Estos días, todas las miradas están puestas en Bruselas, donde se han celebrado cumbres de la OTAN y el G7, con la asistencia presencial de Joe Biden, y después un Consejo Europeo para abordar temas energéticos. Y sin duda, uno de los mejores resúmenes es el gran negociazo que va a hacer el presidente de EEUU, pues se ha comprometido a enviar más gas natural licuado (GNL) a la Unión Europea: ojo, este cuesta más del doble que el que llega por gasoducto (en concreto, 2,4 veces más caro), por ejemplo, a través del Medgaz (por el que llega gas de Argelia a España).

Eso sí, Biden lo vende como algo muy positivo: así contribuye a que la UE reduzca su dependencia del gas de Rusia. No hay que olvidar que el acuerdo llega después de que EEUU haya prohibido las compras de gas y petróleo ruso, algo que también han hecho Reino Unido y Canadá, tras la invasión rusa a Ucrania y la imposición de numerosas y millonarias sanciones al país de Vladimir Putin. Claro que la letra pequeña son los millones de dólares que va a recibir EEUU a cambio de surtir de más GNL a Europa, y poder aprovecharse aún más de que gracias a la técnica del fracking (fractura hidráulica) para extraer hidrocarburos, se ha convertido en primer productor y ha pasado de importador a exportador en el escenario mundial.

Sólo en transporte hay notables diferencias: trasladar el gas por barco sale por 3 dólares por cada millón de BTU, mientras que hacerlo por tubo cuesta 1,2 dólares por cada millón de BTU. Y luego sumen el coste de la materia prima...

Vayamos por partes. El GNL siempre es más caro que el gas natural que viene por gasoducto por el proceso que implica: se coge la materia prima (la cual está en estado gaseoso, lógicamente), se somete a un proceso de licuefacción (se convierte en líquido), se carga en un barco denominado metanero, lo que ya implica costes de transporte y de tripulación, cuando llega al puerto de destino el gas se descarga en una planta regasificadora, donde se somete a un proceso de regasificación (se vuelve a convertir en gas), se cobra un peaje de entrada y se traslada a la red. Mientras que el gas natural que llega por gasoducto sólo supone coger la materia prima y enviarla por dicho tubo sin cambiar su estado.

Sólo en transporte, ya hay importantes diferencias de precios. En concreto, trasladar el gas por barco sale por 3 dólares por cada millón de BTU (unidad calórica que equivale a 27,8 metros cúbicos de gas y a 0,048 metros cúbicos de GNL), mientras que hacerlo por tubo cuesta 1,2 dólares por cada millón de BTU. Y al transporte, hay que sumar el propio coste de la materia prima (que ha subido bastante en el último año), y el proceso ya citado que necesitan. De esta forma, cada millón de metros cúbicos (denominado bcm) de GNL sale por entre 118 y 120 dólares, mientras que cada bcm de gas vía gasoducto cuesta entre 48 y 50 dólares.

EEUU se ha comprometido a enviar 15.000 millones de metros cúbicos (o sea, 15 bcm) de GNL adicionales a la UE, que sumados a los 22.200 mandados en 2021, darían 37.000. Esos 22.200 costarón unos 12.000 millones de euros... 

El acuerdo con EEUU se ha anunciado este viernes en la rueda de prensa de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con el propio Biden. EEUU se ha comprometido a enviar 15.000 millones de metros cúbicos (o sea, 15 bcm) de GNL adicionales a la UE, que sumados a los 22.200 millones de metros cúbicos (22,2 bcm) que mandó en 2021, darían un total de 37.000 millones de metros cúbicos (37 bcm) para este año, y ha prometido trabajar para enviar 50.000 millones de metros cúbicos (50 bcm) de cara a 2030. Teniendo en cuenta que la última referencia oficial de Bruselas calculaba que los 22,2 bcm que EEUU exportó a la UE el año pasado costaron unos 12.000 millones de euros, que el precio de la materia prima se ha incrementado y las diferencias con el gas de gasoducto, el negociazo de Biden es milmillonario: sin estos dos últimos aspectos y si todo siguiera igual que en 2021, los 37 bcm costarían unos 20.000 millones de euros, pero ya sabemos que las circunstancias han cambiado y mucho.

Y a todo esto, Biden nos vende su gas como un proceso dentro de la descarbonización del Occidente y la agenda 2030. ¡Toma ya!