Algo no está funcionando en Santander España. El banco que preside Ana Botín cerró el primer semestre del ejercicio con una morosidad del 7,02%, muy superior a la media del sector, que en junio se situó en el 5,35%, el nivel más bajo desde 2010.

El dato es preocupante y contrasta con la ratio de morosidad del grupo, que cerró lo seis primeros meses del año en el 3,51%. La diferencia es muy considerable y no deja en buen lugar a la filial que dirige Rami Aboukhair.

El dato es malo, ciertamente, pero lo más preocupante es la tendencia. De enero a junio, la morosidad de Santander España ha pasado del 6,19% al citado 7,02%, en un contexto en el que los préstamos y los anticipos a la clientela (bruto, sin ATAs, esto es, dejando fuera la adquisición temporal de activos) han bajado un 4% desde junio de 2018, hasta los 201 mil millones de euros, y no han sufrido ninguna variación en el segundo trimestre respecto al primero, según datos de la entidad.

El dato es malo, ciertamente, pero lo más preocupante es la tendencia

Más de uno podría pensar que este repunte de la morosidad se debe al Popular, y no es así. Para empezar, la evolución de la morosidad de Santander España durante el segundo semestre de 2018 -el Santander se hizo con el ‘Popu’ en junio de 2017- fue justo la contraria: pasó del 6,24% en junio al 6,19% en diciembre. Además, conviene recordar que el problema del Popular no fue la morosidad, sino la liquidez.

No hay que olvidar, asimismo, la venta a Blackstone -agosto de 2017- del 51% de la cartera de adjudicados, créditos dudosos del sector inmobiliario y otros activos, con un valor contable agregado de 30.000 millones de euros y el cien por cien de Aliseda.