Jueves 18 en el Congreso de los Diputados. El gobierno Sánchez vuelve a demostrar que, como las señoras promiscuas, se jalea con todos. Consiguió aprobar su “cambio de modelo” en las ayudas a la familia y a la natalidad, como lo definiera el caradura del ministro Escrivá, a preguntas de Hispanidad, gracias a los votos de los separatistas catalanes de Junts. 

El problema es que España es un país envejecido y que el sistema público de pensiones está quebrado. Entre las muchas cosas que España necesita la primera es aumentar la natalidad. Es decir, que existan más españoles, futuros contribuyentes, que soporten el coste creciente de una población envejecida, a la que los médicos no le han alargado la vida, sino la vejez.

En Alemania las ayudas a la maternidad rozan 200 euros por hijo, trabaje o no la madre, desde la gestación… ¡y hasta que el hijo abandone el hogar familiar!

Por eso, las ayudas a la natalidad son vitales, porque la mujer, más que el varón, están aportando a la sociedad y a la economía aquello que la sociedad y la economía más necesitan: personas.

De hecho, a pesar de las tontunas feministas, la mujer no está marginada en esta sociedad, la que está marginada es la madre. Especialmente en España.

Pues bien, con su rostro pétreo habitual, del liberal reconvertido en socialista por amor al sillón que ocupa, el ministro José Luis Escrivá anuncia una ayuda de 400 euros por hijo para las madres… cuando se jubilen. Vamos, cuando él ya no sea ministro. En el entretanto, hoy, no mañana, destruye las ya mezquinas ayudas directas a la maternidad: 100 euros mensuales por hijo… ¡sólo hasta que cumplan los 3 años y sólo para las madres trabajadoras!

El Gobierno lo vende como un cambio de modelo, por la conciliación, en las ayudas a la natalidad. Es el patrón feminista del Ejecutivo sociopodemita: el odio a la maternidad

Ejemplo: en Alemania rozan 200 euros por hijo, el doble que en España, trabaje o no la madre, desde la gestación… ¡y hasta que el hijo abandone el hogar familiar! Eso, más los gastos de guardería gratis y otras ayudas para comida y para el carísimo material infantil. Ayudas directas y en directo.

Encima, la insigne caradura de don José Luis Escrivá vende este atropello como un “cambio de modelo”, en las ayudas la familia y a la natalidad, por la conciliación y el feminismo. Tiene la cara tan grande que se puede hacer daño al andar, pues corre el riesgo de pisársela.

Y todavía hay tontos que critican que la ayuda -insisto, a futuro- disminuye con el número de hijos, dado que las madres de familia numerosa saldrían perjudicadas respecto a las que sólo tienen un hijo. Está claro que quien centra el debate gana el debate: ¿qué más da que encima la medida miserable de Escrivá beneficie a las que tienen pocos hijos o a los que se atreven con muchos, si estamos hablando de ayudas a 30 años vista? Lo que necesitan los padres -en especial la mujer, pues ningún padre puede hacer lo que aporta una madre a un bebé- son ayudas ¡aquí y ahora!, para criar a sus hijos, no mejoras en su pensión futura.

Y todavía hay tontos cuya crítica se ciñe a que la ayuda pública a 30 años vista disminuye con el número de hijos. Queda claro que quien centra el debate gana el debate

Además, volvemos a castigar a la mujer más sacrificada: aquella que ha decidido quedarse en casa a cuidar y educara a sus hijos hasta que estos vayan creciendo y necesiten menos apoyo. Porque esa madre pierde los sus mejores años para la competencia laboral frente a mujeres sin hijos y frente a la totalidad de los varones. Recuerden que las ayudas, mezquinas ayudas, vigentes en España, son sólo para las que trabajan fuera de casa.

Cuando acabe su carrera política, Escrivá volverá a escribir sobre el drama de las pensiones y sobre la necesidad de aumentar la natalidad para mantener las cuentas del Estado en orden.

¡Menuda caradura tiene usted, señor ministro!