Hasta Albert Rivera puede dar en la diana, cuando asegura que tal como se ha demostrado con la euroorden contra Carles Puigdemont, el que asume su responsabilidad con valentía (Oriol Junqueras) está en prisión mientras el que huye con mucha cobardía (Carles Puigdemont) se convierte en un héroe mimando por la justicia.

Pero lo peor es que Carles Puigdemont no se está cargando España, se está cargando Europa. Al menos, la Unión Europea (UE). Con sentencias como la del tribunal alemán de ayer, toda la unidad judicial europea salta en pedazos. Entre países socios, que pretenden crear un único país, si un juez persigue al presunto delincuente huido, el juez, la policía y el gobierno de residencia del delincuente no tienen que discutir esa orden: simplemente deben entregar al fugitivo. De otra forma, tal y como ocurre en Europa, no puede hablarse de jurisprudencia paneuropea ni de ningún tipo de unidad, de Estados Unidos de Europa.

Una justicia paneuropea supondría que los alemanes, o los belgas, extraditaran a Puigdemont, sin discutir

Además, en un país como Alemania, con delito de alta traición incorporado, resulta curioso que un tribunal de una diminuta demarcación ponga en tela de juicio al Supremo español y le enmiende la plana: no hay rebelión porque no ha habido la suficiente violencia. En primer lugar, lo de suficiente violencia es opinión muy personal pero, en segundo lugar, puede haber rebelión sin violencia o con la violencia propia del pacifismo interesado. Y si no hay violencia, hay impunidad. Verbigracia, cuando alguien declara la independencia de una parte del país sin contar con el conjunto del país. Dicho de otra forma: ¿Qué tiene que ver la rebelión con la violencia? En principio nada, aunque en la práctica suelen ir unidas. Se puede condenar a alguien por la declaración unilateral de independencia aunque no haya existido violencia, por la sencilla razón de que has robado parte de su propiedad a todo el pueblo español.

Ahora, Puigdemont recrea Juntos por Cataluña, la peor de las opciones

Insisto, Puigdemont pretende romper España y lo que está rompiendo es Europa (bueno, la Unión Europea, UE). Es más, cada día la UE tiene menos que ver con Europa.

Por cierto, ahora Puigdemont recrea Juntos por Cataluña, la peor de las opciones. Significa convertir su desafío personal en la cuestión vital de todos los catalanes, también de los que ahora saben que pueden terminar en prisión, como los líderes de ERC.

Dicho esto, he vuelto a caer en el pecado contra el que predico: tomarse a Puigdemont demasiado en serio, hablar demasiado del independentismo catalán. Lo mejor es no hacerles mucho caso.