Monos que bajan a los poblados indios y matan a bebés porque el hombre -dice Tele 5- ha destruido su hábitat. El animalismo tiene su gracia hasta que deja de tenerla: por ejemplo, hasta que justicifica la muerte a mordiscos de un bebé de seis meses a manos de monos que han invadido un poblado indio.

Para entendernos: si los monos matan a bebés indios, los indios deben acabar con los monos… sean o no los culpables -los indios, que no los monos- de destruir su ‘hábitat’ (el de los monos, que no el de los indios).

Si los monos matan a bebés indios, los indios deben acabar con los monos… sean o no los culpables de destruir su ‘hábitat’

Y esto, porque el hombre es el Rey de la Creación. El mandato es este: “Henchid la tierra y sometedla”. El hombre tiene derecho a matar y comer a todo tipo de bestias que le sean útiles. El hombre es un depredador y así debe ser, porque el mundo ha sido creado para él. Otra cosa, es que no deba destruirlo  pero, ojo, no por el planeta en sí, sino para que la naturaleza puede seguir siendo ‘depredada’ por las futuras generaciones, por otros seres humanos.

El hombre es el rey de la creación: "Henchid la tierra y sometedla"

La tontuna animalista asegura que el animal sufre. No es vedad. El que sufre es el hombre, porque el hombre sí es consciente de su sufrimiento, el irracional no lo es. El hombre tiene conciencia, por eso sufre más y cada gramo de dolor es un kilo de humillación y de injuria.

Ahora bien, hasta ese punto el animalismo podía consentirse: consistía en una disfunción intelectual. Pero cuando ya necesitamos justificar a macacos homicidas con la excusa de que hemos destruido su hábitat y entonces -pobriños- se ven obligados a invadir el nuestro, es que la estupidez cunde. Ya saben: cada día que amanece el número de tontos crece.

El hombre no debe destruir la naturaleza… simplemente para que pueda ser ‘depredada’ por sus sucesores

Y eso, olvidando el pequeño detalle de que los animalistas ya no se conforman con amar a los animales: ahora se dedican a odiar al hombre. Va a ser cierto que todo tiene su límite menos la idiocia.