Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, inició su carrera política en cueros y aún continúa desnudo de valores. No se trata, como es el caso de Mariano Rajoy, de incoherencia con sus principios: Rivera no los ha tenido nunca. Es un estratega, un táctico, y su táctica le va saliendo bien en una España que, ante el desconcierto general, ha optado por la conclusión del asesinado José Calvo Sotelo: “antes la España roja que la España rota”.

Concretando: Rivera chantajea a Rajoy y a Sánchez. A Rajoy le advierte que, o convoca elecciones anticipadas -para octubre, máximo marzo de 2019- o apoyará la moción de censura de Pedro Sánchez para echarle.

El líder del PSOE cederá lo que sea ante quien sea, porque en esta moción se juega su desaparición

Al tiempo, sabedor de que el líder del PSOE se juega su última carta como político en la moción, le advierte que en principio votará no… y Sánchez se tendrá que ir a su casa.

Lo que sí es cierto es que el ambicioso Don Pedro está forzando un Frente Popular. Sabe que precisa del apoyo de los comunistas de Podemos y de los separatistas, tanto burgueses como de izquierdas, tanto de Cataluña como de Euskadi, incluso de los majaderos de Compromís. Y así se cierra el círculo del chantaje de Ciudadanos.

Y el voto incoherente continúa: ¿a qué partido pueden votar los católicos, la mayoría de la población? Ni a Podemos, ni a CS, ni al PSOE, ni al PP

Ahora bien, la respuesta de Rajoy es que no adelantará elecciones. Se ha atrincherado en Moncloa y se niega, también, a nombrar a su sucesor.

Lo importante: tres partidos -PP, PSOE y Ciudadanos- y ningún principio. Y así, la tragedia de la imposibilidad de un voto en conciencia continúa. Dicho de otra forma: ¿a quién pueden votar, en coherencia, los católicos españoles… que estadísticamente continúan representando a la mayoría de la población? Desde luego, ni a Podemos, ni a Ciudadanos, ni al PSOE, ni al PP.