Ya se sabe: nada peor que la mujer despechada o el empleado despedido. Si se trata de una despedida-despechada no quiero ni pensarlo. Pues ya lo tienen: hablamos de Su Alteza Serenísima –que tal es su título y condición- al menos según ella misma- Corinna zu Sayn-Wittgenstein, alemana conocidísima en España gracias a sus amistades entrañables -cita textual- en Zarzuela.

Cuando Pedro J. Ramírez fundó el Español aseguró que se vengaría de las cinco personas que le habían descabalgado de El Mundo: el Rey Juan Carlos I, Mariano Rajoy, Emilio Botín, Isidro Fainé y César Alierta.

Tras yernos, nueras y cuñados, esto es lo que más le convenía a la monarquía española

Algunos se le han muerto y otros demuestran que el mejor remedio contra el rencor es la amnesia. En cualquier caso, Ramírez se ha podido comer el plato frío de la venganza con las grabaciones, que acompañado por otro modelo de periodistas, Eduardo Inda, alguien –siempre hay un alguien-, ha perpetrado contra el Rey de España Juan Carlos I. Se queja Su Alteza Serenísima de que el emérito escondió su fortuna en el exterior poniéndola a nombre de Corinna, a veces sin saberlo ella misma.

Y resulta que ahora se lo reclama –las susodichas propiedades- el susodicho emérito y que ella se lo devolvería muy a gusto pero que no puede hacerlo porque incurriría en blanqueo de dinero. Resumiendo: que lo está pasando fatal la pobre Corinna y encima van y le graban este tipo de conversaciones, que tal parece el dictado de unas memorias. Aunque seguro que ella no sabía nada… como pueden ustedes imaginarse.

Y Pedro José Ramírez se comió el plato frío

Dejando a un lado que la cosa no tiene mucha lógica financiera ni fiscal, el asunto pone contra las cuerdas al Emérito, es decir a Su Majestad, que no Alteza Serenísima- Juan Carlos I y de paso, a la Casa Real, que ya bastante tiene con sus yernos y nueras y, allá en el noreste, el primo Torra.

Porque claro, la Monarquía, en el siglo XXI o es referencia moral del pueblo o no es nada.

Lo que está claro es que Su Alteza Serenísima sufre en silencio. Bueno, la menos sufre.