Clive Staples Lewis (en la imagen), el autor del popular Cartas del Diablo a su Sobrino y Los cuatro amores, también fue poeta. En una de sus obras se refirió a la eterna tentación que mortifica a esa parte de la humanidad -distinta del resto- de hacer oración mental. Es decir, a aquella que se ha tomado en serio aquello de que “rezar es hablar con Dios”. Y, si es diálogo, es porque Dios contesta.

​Porque pones en mi boca pensamiento que nunca conocí

La tentación estriba precisamente en eso; en pensar como la amargada de Virginia Woolf, para quien la oración era esquizofrenia, porque en ella uno se contesta a sí mismo. No es así: Dios contesta, a veces, por nuestro propio corazón, como explica don Clive mucho mejor que yo. La prueba de la respuesta de Dios, aportada por Lewis, es que “pones en mi boca pensamientos que nunca conocí”.

No soy un soñador, sino tu sueño

Pero Dios también responde directamente. Al menos, esa es mi experiencia y les aseguro que no soy el más santo de los hombres (el más guapo sí, pero el más santo no).

Si quieren quitarse temores, paladeen despacio los versos de Lewis:
Señor dicen que cuando parezco estar hablando contigo,
Como no respondes es todo un sueño: uno imitando a dos.
No les falta razón, pero no como ellos imaginan,
 
Más bien, yo busco en mí mismo las cosas que quería decir, ¡y mirad!, los pozos están secos.
Entonces, viéndome vacío, Tú abandonas el papel de oyente, y a través de mis labios muertos, respiras y pones en palabras pensamientos que nunca conocí.
 
Y así, ni tienes que responder ni puedes,
Pues mientras que parece que hablamos dos,
Tú eres Uno para siempre,
Y yo no un soñador, sino tu sueño.