Sr. Director:

La reacción de una gran parte del pueblo fiel cristiano en estos momentos de desconcierto y de esperanza, ha sido, y está siendo, el volver la mirada a María, la Madre de Dios, y madre espiritual de todos los que creemos en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre; y en su Corazón encontrar la serenidad y la paz que solo una madre sabe dar.

Al echar en falta la Santa Misa en las iglesias, y ser conscientes de que esa relación personal y única con el Señor que podemos vivir en la Misa no es posible vivirla a través de la televisión, o de cualquier otro medio digital, aunque es mejor que nada, el hombre y la mujer cristianas dirigen en estos días su mirada anhelante, esperanzada, angustiada pero no desesperada a la Madre del Redentor, Reina de la Familia.

Rezo del Santo Rosario, especialmente durante el próximo mes de mayo, rezos de Avemarías a una hora determinada; cantos del Avemaría por conocidos tenores y barítonos, y por grupos y conjuntos musicales, que mantienen latentes en el corazón de muchas personas esos clamores que surgen en el corazón humano y que, en no pocas ocasiones, hasta nos puede dar vergüenza manifestar. Y la renovación de la Consagración a su Corazón y al de su Hijo, vivida hace días en Fátima.

“Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. “Que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a vos, haya sido desamparado”; “Santa Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”; “Madre mía, y aunque mi amor te olvidare, Tú no te olvides de mí”.