Sr. Director: El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha justificado la nueva subida de algunos impuestos con el argumento de que no había promesa electoral de bajarlos. Y sin que le podamos tachar de mentir, falta a la verdad, pues aunque expresamente no dijesen que no se subirían, sí cabía deducirlo de otras manifestaciones, tanto suyas como de Rajoy. Estamos ante una nueva demostración de por qué crece la desconfianza hacia nuestros políticos. Pues si ya sabíamos que son capaces de faltar a sus promesas electorales más expresas, ¿cómo vamos a pretender que respeten aquellas que no llegaron a formularse, pero se deducían fundadamente de una interpretación lógica de sus discursos? Ninguna novedad. Sin embargo, en el ámbito práctico de la evolución creativa del lenguaje, la jugadita Montoril nos ofrece el hallazgo de un nuevo término para calificar una clase de fraudes que podríamos denominar como «Hacer un Montoro». Y que vendría a ser la faena que nos realiza un tercero para conseguirse algún favor, amparándose en nuestra buena fe y de modo que después pueda recochinearse en nuestras narices alegando su angelical inocencia. Así que ya saben, cuando alguien nos la juegue bien jugada con camelos trileriles, y encima se jacte muy ufano de no haber faltado a su palabra, ese alguien nos ha hecho un Montoro. Que es lo que acaba de hacernos el ministro de Hacienda con la «omitida» subida de impuestos, y que parece rematará alegremente con el catastrazo el próximo año. Miguel Ángel Loma