Sr. Director:

Nació el feminismo como legítimo movimiento reivindicativo a favor de las mujeres respecto a la igualdad de derechos y obligaciones con los hombres. Y comenzó con unas cuantas pioneras que superando multas, censuras y burlas no cejaron en su justificada lucha. Su combate fue difícil por la novedad que sus reclamaciones suponían en las mentalidades de la época; hasta que tras años de esfuerzos consiguieron que la igualdad comenzase a reconocerse en solemnes Declaraciones de derechos y Constituciones. Pero aquel feminismo, como tantas otras cosas, apenas tiene que ver con el actual... Los veteranos y reciclados demagogos del odio se han encargado de manipularlo y transformarlo en un instrumento rabioso contra los fundamentos de las sociedades de cultura cristiana occidental, y especialmente contra el hombre, al que culpan de todos los males. Travestido con el manto progresista, un devastador ultra feminismo está destrozando las relaciones entre varones y mujeres, las familias y los hijos. Si eres hombre blanco, occidental, de cultura cristiana y extraño heterosexual de los que le gustan las mujeres sin pene, ¡ponte en guardia!: puedes ser el objetivo del poderoso femiprogresismo. Pero ¡cuidado,«bonita»! porque si eres mujer y no te consideran de las suyas, también podrías pasarlo mal.