Se llama Matt McLaughlin, un abogado de California que ha lanzado un proyecto de ley de "eliminación de la sodomía". Aprovecha el hecho de que en el paraíso de la tolerancia, California, cualquiera puede redactar una ley y someterla a referéndum, por encima de sus representantes democráticos.

Es decir, todo muy relativista, el acabose de la democracia. Producto eso sí, de una sociedad descreída que no considera ningún principio como intocable, ni tan siquiera la evidencia.

Y entonces ve el amigo McLaughlin una mancha en el sistema y lanza un texto legal para ser sometido a referéndum, un texto tan hermoso como el siguiente: "el pueblo de California ordena que se mate a cualquier persona que voluntariamente toque a otra del mismo género con el propósito de gratificación sexual".

Y claro ha creado un problema, porque hay funcionarios que se niegan a hacer de intermediarios entre otras cosas.

Es el relativismo sometido a su propia contradicción. ¿Cuál es esa contradicción? Pues muy sencillo: si nada es verdad ni nada es mentira, si todo depende de lo que diga la mayoría, ¿qué pasa cuando la mayoría dice que hay que asesinar a los sodomitas? En suma, que ya hay algo que sí es verdad y que debe ser aceptado como dogma: que nada es verdad ni nada es mentira.

Y es que el relativismo y la tolerancia sin principio conduce a eso: a la contradicción, es decir, a la nada.

Hispanidad

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