Este martes Greta Thunberg todavía no había respondido a la oferta de la ministra Teresa Ribera de ayudarla para que llegara a tiempo a la Conferencia sobre el Clima que se celebrará del 2 al 13 de diciembre en Madrid. A ver si es que al final se echa para atrás y no viene…

O a lo mejor es que Greta tenía pensado desplazarse en tren, que es un transporte poco contaminante, y el sindicato CGT le ha chafado sus planes con la huelga que ha establecido para el día 5 de diciembre. Debe de estar dándole vueltas a su itinerario. Y por si todavía no tiene muy claro si venir o no, el expresidente del gobierno José María Aznar reflexiona sobre el lugar donde sí debería estar la joven activista: "Debería estar en la escuela".

Volviendo a la cumbre en sí, de momento se desconoce su coste, aunque es previsible que la falta de tiempo impida buscar las ofertas más baratas. La última gran cumbre en España, la Iberoamericana, en Cádiz en 2012, costó cinco millones, de los que la mitad salieron de las arcas españolas. Esta será varias veces mayor. Este lunes, la presidenta del PSOE y exministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, la comparó con la Conferencia de Paz árabe-israelí de 1991. En esta ocasión, no será tarea del Gobierno ni dotarla de contenidos ni, por ejemplo, gastos de traslado y alojamiento de los participantes. Pero, ¿qué me dicen de la seguridad? Ese apartado, que no es baladí, sí deberá costearlo el Gobierno de España… y usted y yo. Porque, claro, se prevé una asistencia de 25.000 personas, entre ellas, líderes políticos de entre los 197 países miembros del Pacto del Clima, más la UE. 

A mí, no sé a ustedes, cuando se habla tanto de emergencia y urgencia climática y de extinción se me pasa por la cabeza preguntarme para qué tanta conferencia y tanta reunión mundial si estamos abocados a desaparecer. ¿No será mejor esperar a ver qué sucede y si el planeta se convierte en el escenario de una ‘extinción zombie’? Con todos nosotros, incluidos los 25.000 asistentes a la cumbre, vagando por las calles de nuestras ciudades, sin sentir, ni padecer, ¡ah! y sin comer carne, ni nada de nada… (Bueno, hay teorías, de esas apocalípticas que dicen que los zombies se alimentan de cerebros).  Aunque al paso que vamos, con todas estas ideas climáticas, urgentes y emergentes a mí me parece que nuestros cerebros, para cuando llegue la extinción, van a estar vacíos… Eso, si el de más de uno, no lo está ya.