Además de ejercer, en sus ratos libres, (maños, no os vengáis arriba, sólo en sus ratos libres) de patrona de Aragón y en sus otros ratos libres patrona de la Guardia Civil (tampoco os vengáis arriba, números de la Benemérita), la Virgen del Pilar es patrona de la Hispanidad y, como tal, representa, al menos dos cosas:

1.La predilección de la Madre de Dios por el mundo hispano: somos sus enchufados. San Juan Pablo II llamaba a España 'la tierra de María'. Ningún otro país puede ceñirse esa corona ni presumir de esa gloria. 

Sobre un Pilar, la Madre de Dios se apareció, en carne mortal, al mayor de los Zebedeos, a aquel gran hombre, el tal Santiago, un poco burro, el mismo que propuso enviar fuego del cielo para destruir a quien no les había recibido.

2.Como patrona de la Hispanidad, Nuestra Señor del Pilar representa la mejor España, la España misionera, para la que la vida es eso que viene antes de la muerte y, por tanto, debe ser aprovechada en beneficio de los demás. Oiga, y esto no es sólo una realidad religiosa sino también política.

El misionero se olvida de sí mismo y se vuelca con los demás. La Virgen del Pilar es mujer y madre, perfecta en ambas condiciones, enemiga de esa España actual una España, desfondada y prejubilable, mortecina, infecunda, pedidora de todo y dadora de nada. 

La madre de Dios es dulce pero exigente, es madre y mujer. El español debe dejar de mirarse el ombligo y pensar en los demás, preocuparse más de sus deberes que de sus derechos: no hemos venido al mundo 'a pasar la tarde'.

Pues bien, la historia de España es bipolar (a veces, me temo que bífida). La historia buena es la evangelización de Hispanoamérica, cuando los españoles salen de sí mismos y se vuelcan con el resto y crean, mismamente, la Hispanidad, la mayor proyección de fe cristiana de la historia de la humanidad. La historia mala de España es cuando el español se vuelve sobre su propio ombligo: entonces suele llegar la guerra civil.

Es la hora de la restauración de la España cristiana. Bajo la protección del Pilar, pues este pueblo que te adora de tu amor, favor implora. Lo demás vendrá por añadidura.