Hay que felicitar tanto a los servicios de inteligencia como al pueblo británicos. Este último ha soportado con estoicismo el caos en los aeropuertos aunque, muy británicamente, han pedido las indemnizaciones a las compañías-. Al parecer los zarpazos terroristas unen a los ciudadanos de todos los países con la excepción de España. El 11-S hizo una piña a los norteamericanos que perdonaron las pifias de su presidente y los clamorosos fallos de los servicios de información. Lo mismo ocurrió con los australianos tras los salvajes atentados de Bali. Tony Blair salió reforzado de los atentados del 7 de julio de 2005 en los transportes públicos londinenses con sus 57 asesinados. Por el contrario, la tarde-noche del 12 de marzo del 2004 los españoles andábamos a la greña y desde entonces no hemos parado.

También merecen un aplauso las Fuerzas de Seguridad Británicas que han desmantelado tramas inequívocas de terrorismo islámico por lo general antes de que pudieran asesinar a nadie. En España cada vez tenemos menos claro quién es el autor último del 11-M y algunas de las grandes operaciones contra el terrorismo musulmán se han diluido como un azucarillo. Ahora bien, hechas estas aclaraciones hay que preguntarse si lo del jueves fue una victoria o una pausa contra el terrorismo. Se evitaron muertes, ciertamente, pero no debemos olvidar que la seguridad no hace más que aumentar el miedo y que, si para evitar atentados, hay que viajar con tantas condiciones como se están imponiendo a los usuarios, entonces es que los terroristas siguen ganando su batalla: que es la de sembrar el caos.

Cuanto más sofisticada es una sociedad resulta más frágil. Matar es muy sencillo, lo difícil es escapar. Pero a los fanáticos del Islam no les preocupa porque les encanta el suicidio.

Además, ahora han pasado de los explosivos sólidos a los líquidos y cabe sospechar que alguna lumbrera bin-ladeniana se le ocurrirá en breve la introducción de gases venenosos en aviones, algo que sólo tiene el precedente del metro. Dicho de otra forma, contra el fanatismo sólo es posible la eliminación física.

Otrosí, los detenidos por Scotland Yard eran jóvenes nacidos en Gran Bretaña, jóvenes que odian la tierra que les vió nacer, el colegio donde hicieron sus primeros amigos y al vecindario que saludan cada día. Y todo ello con la marca de fábrica del terrorismo actual: esconderse entre los ciudadanos pacíficos, utilizar a los civiles como parapetos para luego asesinarlos.

A partir de ahí quedan las dos líneas de actuación de siempre: Occidente debe volver a creer en los valores cristianos que lo forjaron, entre ellos la sacralidad del ser humano, y debe corregir su concepto de tolerancia, porque la tolerancia frente al fanatismo es la mayor de las majaderías actuales. Zapatero le llama Alianza de Civilizaciones.

Eulogio López