Los objetivos son ahora FG, Alierta y, asómbrense, Emilio Botín. Sebastián intenta utilizar el Código Conthe para provocar cambios en las empresas. Dos instrumentos: el consejero independiente y los procesos judiciales

Cuando los socialistas llegan al poder, en marzo de 2004, se plantean como objetivo terminar con los presidentes de las cuatro grandes empresas privatizadas nombrados por el Partido Popular: Telefónica, BBVA, Endesa y Repsol YPF. Sólo consiguen triunfar en Repsol, y eso con ayuda interna. El responsable de esta acometida no era el vicepresidente económico, Pedro Solbes, sino el secretario de Estado, y asesor personal de Zapatero, Miguel Sebastián.

Todo el mundo sabe cómo acabó esa historia y cómo los socialistas se retiran a sus cuarteles de invierno. Además, la OPA de Gas Natural se ha convertido en un verdadero infierno tanto desde el punto de vista regulador como político.

Pero ahora el PSOE vuelve a las andadas. Sus objetivos próximos son el presidente del BBVA, Francisco González, el de Telefónica, César Alierta, y, asómbrense, el Santander de Emilio Botín. Este último caso merece comentario aparte porque el Santander no es un banco privatizado.

El instrumento para provocar relevos o, al menos, para infiltrar a la nueva beautiful people zapateril es el Código del socialista Manuel Conthe, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Se ha hecho un ensayo intentando expulsar del Consejo de Bolsas y Mercados Españoles (BME) a Antonio Zoido y a Manuel Pizarro, por ahora sin mucho éxito. Y es que los estrategas de la nueva batalla son el asesor económico de Zapatero, Miguel Sebastián, y el vicepresidente de la CNMV, Carlos Arenillas, esposo de la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, y más conocido en la City madrileña como Little sands, de oficio conspirador.

Y no se sabe si por traición o ingenuidad, Sebastián y Arenillas, encontraron un aliado inesperado en Javier Arístegui, director general de Operaciones del Banco de España, consejero de BME en representación del supervisor que posee un 10% del capital.

Oficialmente en el Banco de España dicen que no hubo traición alguna pero el caso es que Arístegui, con el gobernador Caruana fuera de España, apoyó a quienes pretendían expulsar del consejo a Zoido y Pizarro. No lo consiguieron, no obstante Arístegui avaló las tesis socialistas sobre los consejeros independientes del Código Conthe.

En pocas palabras, el mencionado Código, supuestamente dirigido a mejorar el buen gobierno de las empresas, alberga en su interior dos misiles que tienen por objetivo infiltrar a altos cargos socialistas en las grandes empresas privatizadas y conseguir el cese de los que Sebastián y Zapatero consideran empresarios del PP, en concreto, César Alierta, Francisco González y, de rebote, Emilio Botín.

Como se sabe, un consejero independiente es aquel que no se juega su dinero y que, encima, es el más dependiente del Presidente que es quien le nombra, pero representa la mejor manera de introducir a ex altos cargos del Gobierno o socialistas en trance de merecer. En este sentido el próximo objetivo del Gobierno es el presidente del BBVA y, más importante, el retrato robot que elaboran Sebastián y Little sands como futuro presidente de Telefónica. Para Sebastián, la alianza de Alierta con Polanco nunca le ha otorgado al maño la necesaria pureza de sangre o fidelidad probada al Gobierno ZP. Con César Alierta puede utilizarse el segundo instrumento emanado del Código Conthe: el intento de que todo presidente o consejero delegado con una sentencia judicial en contra, aunque ésta no sea firme, debe dimitir de su cargo. Incluso los más radicales, es decir, los más interesados, extrapolan este requisito hasta la misma condición de inculpados, independientemente de que se haya dictado sentencia o no. Aquí, es donde entran César Alierta, por las demandas inducidas por una asociación que trabaja a las órdenes del director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, y el mismísimo Emilio Botín, quien se enfrenta a la más sólida acusación de las cesiones de crédito.