El problema no está en Palestina, sino en Teherán. Donald Rumsfled, el peligroso secretario de Defensa norteamericano, habla abiertamente de ataque militar contra Teherán para reducir a cenizas su arsenal nuclear en potencia. Los militares israelíes ya lo habían dicho aunque sus diplomáticos todavía dan pábulo a los políticos: Es la hora de la diplomacia. Ahora bien, destruir el arsenal nuclear iraní es complejo, dado que las piezas claves del entramado, y sobre todo las personas clave del entramado, se encuentran repartidos por demasiados lugres. Además, Irán es un país grande, poblado, fanatizado, y la polémica de las viñetas no ha hecho más que excitar a los fundamentalistas.

Por tanto, ningún ataque va a evitar una conflagración mundial. Lo que se precisa es un nuevo esquema de relaciones entre el Islam y Occidente, un nuevo orden mundial, basado en el respeto y la reciprocidad. El Islam tiene que comprender que no puede perseguir a los cristianos en sus países y exigir libertad y respeto en los nuestros. Se edifican mezquitas en Europa e incluso se financia su construcción, pero en Arabia Saudí, o Irán no pude edificarse un templo cristiano. Se exige respeto y reciprocidad.

Ya al mismo tiempo, hay que terminar de una vez con el estúpido laicismo occidental. Si a los islámicos hay que exigirles reciprocidad, los occidentales debemos exigirnos respeto a las creencias ajenas. Lo que está ocurriendo es producto del fundamentalismo musulmán pero también del pedante gnosticismo occidental. Y urge reconducir la situación, la de Oriente y la de Occidente, porque el peligro no está en Palestina, sino en Irán. Ambos conflictos, con ser dramáticos, no son comparables. Hasta ahora, el mundo árabe estaba partido entre los que odiaban a Israel y los que odiaban a Israel y a todo Occidente. Ahora los primeros se están pasando al segundo bando : en masa. Y los que manifiestan un odio más visceral son los enemigos de Occidentey sus amigos: Arabia, Pakistán, etc.

Y en Occidente ya es hora de que empecemos a creer en algo