Sr. Director:
En grandes o pequeñas empresas, en verano o primavera, con sol o con nubes, la vida se va pasando poco a poco, surgen situaciones donde al caminar, se acumulan, éxitos y fracasos.

 

Los días se llenan de un sinfín de acontecimientos. El reloj junto al latir del corazón, nos acompaña en su ritmo continuado, a veces lento, otras veces más rápido y así paso a paso amanece el día y en su rotación tropezamos con la noche.

Es esta, la realidad del periplo que acompaña al hombre en su caminar terreno; pero no es simple casualidad, sabemos que Alguien nos dirige y si buscamos su amistad, será el fruto de una reflexión que nos lleve con pensamiento sereno a un Dios Padre que como dueño y señor de todo lo creado nos espera para ofrecernos su mano ¿Qué sentido tendría vivir sin un porqué?

Resulta a veces difícil pararse a reflexionar. Estamos metidos de lleno en la vorágine del trabajo, las preocupaciones y la falta de tiempo.

Habría que olvidarse del propio yo, borrar el egoísmo y valorar con claridad la ventaja de esa amistad.

Es cierto, necesitamos, de un buen amigo, de un familiar afectivo, necesitamos comprensión y ayuda en situaciones adversas. ¡Cuánto conforta lo que aporta el otro!, se valora el beneficio que se recibe, cuando al cometer error o tropiezo se siente el cariño comprendido.

¿Si la amistad humana compensa, cuánto más la divina?

Esa imaginación que a veces nos hace jugarretas, ella misma nos puede ayudar, nos puede llevar a ser más exigente en nuestras preferencias.

Existe la balanza del equilibrio. En los dos platillos pondremos los dos amores. Se llenan del mismo contenido, no se inclina más a un lado que a otro. ¿En esa seguridad, encontraremos ese porqué?

Inés Robledo Aguirre