El problema no es que Zapatero sea bobo, sino que es solemne y la retranca gallega y maliciosa de don Mariano Rajoy ha apuntado según el viejo aforismo de los relaciones públicas norteamericanos: nunca diga aquello que la gente no está dispuesta a creer, aunque sea cierto. Y viceversa, claro está: puedes mentir, siempre que exista predisposición en la opinión pública a creer dicha mentira. El ser humano es sujeto de rutinas y prejuicios, dos tendencias que, inteligentemente utilizadas llevan directamente al desastre.

Veamos, los españoles empiezan a percibir que Zapatero es un Presidente muy limitado, al que el cargo venía demasiado grande. Ahora bien, lo mismo les ocurría a Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar. Sólo Leopoldo Calvo Sotelo era un presidente con la sufriente formación como para afrontar sus responsabilidades y ya ven cómo terminó. Su gestión pasó desapercibida.

Por el contrario, Suárez hizo la Transición sin saber exactamente lo que hacía, a González le financiamos todos los gastos pagados- una beca de formación de 13 años en Moncloa y ahora se nos ha convertido en todo un estadista, capacísimo, y si Aznar no se hubiera topado con la terrible desgracia de la mayoría absoluta de 2000, aquella que le hizo enloquecer, hoy sería un tipo consciente de sus propios complejos e incongruencias. Yo todavía no pierdo la esperanza del cambio.

Además, Zapatero no podía ni soñar el 13 de marzo de 2004, que el 14 se convertiría en presidente, por lo que una mínima clemencia exige mirar hacia otro lado cuando producto de su inexperiencia, nos abochorne.

No, lo malo no es que Zapatero sea bobo, sino que es solemne. Lo que ha querido decir la lengua viperina de Mariano son dos cosas: es bobo pero no sabe que lo es; es tonto-pedante, con lo que no debemos esperar que cambie. La cursilería del hombre del diálogo y el talante, predicando tolerancia mientras abofetea las convicciones más profundas y los intereses más legítimos de todos los que no le apoyan no es propia de un bobo, sino de bobo con pompa y boato, un bobo entrenado, un bobo versallesco, un bobo de mohines.

Fue Felipe González, uno de los convencidos de que este tipo nos estrella en cualquier curva, quien también tildó a Aznar de bobo solemne pero, eso sí, sin faltar: hablaba de solemnizar lo obvio, que es lo que hacen los bobos solemnes pero que suena mucho mejor.

Por tanto, el profundo cabreo socialista, es porque Rajoy ha puesto el dedo en la llaga, y echar sal en la herida duele mucho, pero también porque Juan Español, votante o no del PSOE, empieza a percibir que, en efecto, este muchacho es más bien incapaz, con el precitado peligro añadido de que no sabe que lo es y de que la gusta el sillón presidencial más que a un tonto solemne una tiza de colores. Es decir, que los españoles, adictos o contrarios a Zapatero, correligionarios incluidos, están convencidos de que el malvado de Rajoy, ha dado en la diana. Por eso, Pepiño Blanco, pobre Pepiño, se ha visto obligado a decir que no iba a responderá Rajoy por respeto a los votantes del PP, sólo unas horas después de haber tildado a Rajoy de canalla.

Por cierto, don Mariano no es tonto, ciertamente, tampoco muy inteligente, la verdad. Ni es un canalla, aunque tiene lo que podríamos llamar una moral de supervivencia. D. Mariano es, ante todo, un frívolo, es decir un señor para el que lo único bueno que tienen lo principios es que, una vez planteados, aseguran el inicio del procesos y la cercanía del fin.

Pero hoy toca Zapatero. Decíamos que ser tonto no es mayor problema. A fin de cuentas, sólo le hemos elegido para presidir el Gobierno. Ser insensato resulta ya un poco más preocupante. Y Zapatero es tremendamente insensato, un verdadero aprendiz de brujo. No e que Zapatero negocie mal en Bruselas la financiación de la Unión Europea, es que encima está convencido de que lo ha negociado muy bien. Insisto : no rectificará, porque los ignorantes e insensatos siempre se hacen el mismo planteamiento : ¿Cómo va a ser malo esto si lo he hecho yo?

Pero todavía no hemos llegado al punto más negro. El ignorante, es insensato y es ferozmente rencoroso. Resentido le llamó Ussía, pero es que d. Alfonso es mucho más fino que yo. El rencor, la pasión más devoradora de la persona, la que corroe el alma, la que siembra la tragedia. Zapatero, el último proletario, se considera el alfil encargado de vengar agravios: por eso va levantando tumbas por el mundo, o por eso odia de forma obsesiva a la Iglesia, por eso considera que los males no están ni en la izquierda más radical, ni en el entorno etarra, ni en ninguna otra cosa: sólo en la derecha, a pesar de que hoy resulta difícil distinguir a izquierda y derecha y lo único que existe es visión trascendente frente a progresismo bobalicón, solemnemente bobalicón, dicho sea de paso. Zapatero no es peligroso por bobo; algo más por insensato, verdadera virtud mortal por rencoroso.

Eulogio López