Sr. Director:
Las prisas de la vida nos ciegan, nos ensordecen, nos absorben y una vez cegados, sordos y absorbidos, ciertamente sin mala intención, olvidamos cosas básicas como por ejemplo, salir al encuentro de quien nos necesita.

 

Porque a nuestro lado hay personas que sufren, que agonizan de soledad, que desesperan y se refugian en sí mismos, o en prácticas poco saludables y lentamente, tristemente, mueren poco a poco, a la vista de todos y entre la más absoluta de las indiferencias.

Me viene a la mente el ejemplo de aquella muchacha que nada más saber de su embarazo, lejos de pensar en ella, fue en busca de su prima, porque sabía que la necesitaba.

Nosotros, aún oyendo clara y nítidamente a alguien pidiendo socorro, dejamos pasar los días, los meses y los años y no acertamos a prestarnos para escuchar su dolor, para regalar nuestro tiempo, consolar con nuestro cariñoy es que estamos tan ocupados

Mª Luisa García Ocaña