El diario Expansión, edición del lunes 31, lo explicaba muy bien: IBM regresa a los PC, pero lo hace de la mano de la empresa china Lenovo, la misma que le compró esta división de ordenadores personales. Lenovo produce barato porque el obrero chino sale por 100 dólares al mes en el mejor de los casos, pero Lenovo no tiene prestigio para vender PC, por lo que utilizará durante cinco años la marca IBM y ya tenemos el milagro económico : prestigio de marca y salarios de subsistencia.

Precisamente, IBM se alejó de los pequeños ordenadores porque no pudo resistir la competencia de otras firmas que, no por mejoras tecnológicas, sino por ser más recientes y, por tanto, pagar menos a sus empleados se permitían el lujo de vender más barato. Ahora vuelve, sólo que por la puerta de atrás.

En resumen, en el siglo XXI el famoso I D i se ha convertido en una coña. Las ganancias de productividad se consiguen a cambio de explotación laboral, o, si lo prefieren, de precariedad en el empleo. Si hay algo que no se globalizan son los salarios, y no sólo porque las multinacionales deslocalicen factorías en Occidente para trasladarlas al Tercer Mundo, donde pueden explotar a gusto, sino porque los Gobiernos del mundo pobre están deseosos de ofrecer su mano de obra que trabaja para subsistir.

Las multinacionales no quieren líos con los sindicatos, y han decidido cargarse a los sindicatos cerrando fábricas y trasladándolas a Oriente. Naturalmente, los Gobiernos occidentales se cabrean contra sus empresarios y entonces las multinacionales evitan esa presión subcontratando y externalizando. La firma Nike es el paradigma de la nueva industrialización: no tiene factoría alguna, ni tan siquiera franquicia, es sólo una marca, una mera empresa virtual, dedicada a gestionar la publicidad de sus productos, y ni tan siquiera le importa mucho saber cuáles son. Lo que importa es que la plantilla sea lo más reducida posible, al menos la plantilla de la cual el presidente es responsable. 

Es la deshumanización laboral por la vía de la globalización. Eso sí, lo más triste es que cuando se propone en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) la implantación de un salario mínimo interprofesional a nivel mundial, unas garantías laborales mínimas que impidan la explotación de los más débiles, son los Gobiernos de los países más pobres quienes ofrecen un no rotundo : se trata de competir a costa de explotar a sus ciudadanos.

Eulogio López