El 24 de enero se celebra la festividad de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas y de los escritores cristianos. Un asunto de mucha actualidad por dos razones. La primera es que se dedicaba a escribir y distribuir hojas con motivos doctrinales o de debate doctrinal. En la Ginebra del amigo Calvino, la controversia estaba en sazón. Pues bien, el heredero de las hojas volanderas en el siglo XXI es Internet: todo fondo, apenas forma, ir directamente al grano (porque en pantalla no se lee el Quijote), instantaneidad, etc. Internet ha reproducido, sólo que en bits las hojas de San Francisco de Sales en defensa de sus ideas y comentando las controversias doctrinales del momento. Hoy, el obispo de Ginebra y oriundo de Saboya, habría hecho un confidencial de Internet, y se encontraría con lo mismo que se encontró en los siglos XVI-XVII: todo el mundo diría que no leía sus hojas pero todo el mundo las conocía. Los grandes impresores, acostumbrados a imprimir libros plúmbeos, con láminas y grabados, los Polanco del momento, despreciarían a D. Francisco con la misma solicitud con que Jesús Polanco, que es de ahora, aunque parezca de siempre, desprecia a los confidenciales de Internet.

Y el segundo parecido es precisamente ese: Calvino. Podría decirse que, desde la caída del muro, todos somos calvinistas, verdadero creador del capitalismo moderno. Calvino era lo que hoy llamaríamos un buen gestor, un galáctico de la empresa. La mano invisible vendría luego, pero él creía igualmente en las bondades del mercado y, sobre todo, en la verdadera esencia del capitalismo : cada uno tiene lo que se merece por su esfuerzo. Y si es un miserable por algo será, caramba. Razón por la cual el colonialismo calvinista, es decir, anglosajón, decidió que lo mejor que se podía hacer con los indígenas de las colonias era exterminarlos y crear una sociedad libre compuesta por europeos, claro, que son lo que entienden de esto de la libertad. La tarea era fácil, y no les ha salido mal del todo la canallada, razón por la que en Estados Unidos no existe, pro ejemplo, la raza anglo-india. Existen los supervivientes de los aborígenes y europeos de distintos países.

Pues bien, la festividad de San Francisco de Sales se celebra en España bajo el síndrome de un ataque sin precedentes, al menos en la era democrática, contra la libertad de prensa, llevado a cabo por el Gobierno Zapatero, con dos vías de actuación mejor, de acoso. Por un lado, el mantenimiento del oligopolio editorial, o reducido (se cuentan con una mano) número de señores de la prensa que controlan todos los medios, prensa, radio y TV con la excepción de Internet (la fecha que a uno le viene a la memoria es la del 29 de junio de 2005, cuando en una comida en Moncloa, todos los agraciados acuerdan con el presidente del Gobierno que no entre ningún comensal más al banquete catódico, con la excepción de un amigo de Zapatero, La Sexta, a cambio de asegurarse sus canales) y la creación de consejos audiovisuales, que, en nombre de la verdad y el rigor, se dedican a atemorizar a los periodistas que se salgan de lo políticamente correcto, por ejemplo, al periodista católico). Todo ello, claro, en nombre de la verdad.

Y ¿necesita la verdad ser defendida? Siempre, pero no es ese el principal problema de la prensa en la sociedad de la información. A los periodistas de hoy, en todo Occidente hay que acusarles de ser fuertes con el débil y débiles con el fuerte. En definitiva, hay que acusarle de pasarse en la crítica de la vida privada de las personas y quedarse corto en la crítica a las instituciones y a los poderosos que las rigen. Debería ser justo al revés, pero no lo es. Y así, el muy serio señor Polanco, o Pedro J. Ramírez, o José Manuel Lara, que en sus periódicos se vuelven tremendamente serios (hasta cierto punto, porque es la prensa la que mantiene el mercado del sexo) son los mismos que practican la TV basura, la difamación y calumnia permanentes y la falta de respeto a la persona y a las convicciones de la mayoría. Es decir la seriedad de Polanco en El País, chirría un poco con la frivolidad de Polanco en el cine porno de su Digital Plus, en las series, concursos y revistas del corazón de la Cuatro o de la Cadena SER. Es la gran hipocresía de los señores editores, al grito de el público lo demanda. Pero en la crítica a los poderosos la prensa no se pasa: se queda corta, siempre corta.

Otro problema real de la prensa es la saturación informativa. Hay mucha información pero todo nos llega desde los mismos sitios y por los mismos canales. Tenemos 100 canales de TV pero emiten las mismas imágenes sobre lo que ocurre en Iraq, y todas esas imágenes han sido censuradas por el Ejército norteamericano. En cualquier caso, aunque no fuera así, la cantidad de información es tal que la gente no la metaboliza. Mucha información es igual a no estar informado, de la misma forma que el exceso de cultura, más bien de datos, conduce a la ignorancia.

Otro de los grandes problemas del periodistas es su situación laboral. En los medios, también en los grandes medios, la carne de comunicador tiene el mismo precio que el sebo. Cuanto más grandes son las empresas, más explotan a sus trabajadores. Se ha puesto de moda nada menos que no contratar a la gente y pedirles a los nuevos fichajes que se saquen su licencia fiscal de autónomos. Y más: la subcontratación tiene en el sector informativo su mejor campo de cultivo.

Pero todo eso tendría una importancia relativa a fin de cuentas, la historia de la prensa es una historia de defensa de su libertad para contar la verdad y para interpretarla con un mínimo de rigor. No, lo más grave de la prensa de hoy, al igual que ocurre con la política y la economía es, sencillamente, que ha construido un poderosísimo sector a espaldas de Cristo. Y a espaldas de todos los sectores poderosísimos duran menos que un caramelo a la puerta de un colegio (no, no he dicho un porro, he dicho un caramelo).

Eulogio López