El tal Blázquez, monseñor Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha vuelto a dar en el clavo. Su mensaje del 15 de agosto puede resumirse en algo muy sencillo : ETA debe pedir perdón a sus víctimas. Es otra vez, la aplicación de la regla de oro que dejara impuesta Juan Pablo II: No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón.

Y así es. No habrá paz en el país en el País Vasco si no hay justicia con las víctimas. Ahora bien, el problema de asesinar a alguien es que el ser humano posee una lamentable limitación: No puede dar la vida, sólo quitarla. Por tanto, y dado que no puede resucitar a sus víctimas, debe conformarse con pedir perdón a los familiares de esas víctimas y arrepentirse del mal realizado. Ese es el perdón que lleva a la justicia, una justicia asimismo limitada porque es justicia humana y que, finalmente, posibilitará una paz duradera.

Y ahí, en esa atmósfera de arrepentimiento, es cuando se puede ser generoso con los etarras, tanto jurídica como políticamente.

Una apostilla: no es que las cosas haya que hacerlas de este modo, es que no pueden hacerse de otro modo.

O sea, mismamente lo que postula Arnaldo Otegi, ese hombre que se siente acosado por el Gobierno español.  O mismamente como el alcalde de San Sebastián, el socialista Odón Elorza, para quien los jueces deben ser indulgentes con los asesinos y mirar para otro lado. Menos mal que contamos con la voz de Blázquez.

Eulogio López