Preocupa, y no poco, en Occidente el intento de Vladimir Putin de crear lo que ha dado en llamarse la OPEG, presuntas siglas de una aún más presunta Organización de Países Exportadores de Gas. Recordemos que el modelo, la OPEP, representa el 40% del crudo mundial pero sólo el 14%& del gas. Además, la geografía del gas es distinta a la del petróleo y sus precios comienzan a divorciarse de los del crudo.

En cualquier caso, Putin está utilizando el gas como herramienta diplomática con una eficacia diabólica. No olvidemos que una sola empresa, la rusa Gazprom, produce el 19% de todo el gas mundial. Putin ha convertido a Alemania, en concreto a E.ON, en la clave de la presencia de gas ruso en Europa, y no olvidemos que el Gobierno ruso acaba de tomar el 7% del capital de EADS.

Pero aún más significativo es que el segundo productor de gas del mundo sea Irán, con quien, sorprendentemente, Moscú mantiene unas excelentes relaciones. Es más, Moscú se ha convertido en el gran defensor de Irán en el Consejo de Seguridad, apadrinando al régimen de Teherán en su pugna por conseguir armamento nuclear sin que Occidente rompa la baraja. Lo que China es a Corea del Norte, Moscú es al régimen de los ayatolás, a quien, además, considera un aliado clave para tranquilizar el fundamentalismo islámico en el Cáucaso.

De esta forma, Occidente ya tendría dos cosas de las que preocuparse: la OPEP y la OPEG.