Ronaldo (en la imagen) está triste. Los suspiros se escapan por su boca de fresa. Y su depresión ha supuesto una alegría para una España sumida en la crisis. No está contento por el dolor ajeno pero sí es un sano y gratuito divertimento ante la cursilería.

Al parecer el motivo de la tristeza del astro portugués es múltiple, "aunque el club sabe el porqué". Por una parte, que no le suben la ficha. La crisis, ya lo hemos dicho, produce depresiones. Y si no que se lo pregunten a CR7.

Pero no todo es dinero. También el cariño cuenta. Y Ronaldo no percibe en el Santiago Bernabéu ni en la directiva todo el cariño que merece. Le aplauden los goles, sí, pero falta corazón. La masa es fría, insensible. No le aman. Y el muchacho sufre. Sufrir en silencio. Bueno, en silencio del todo no, dado que nos lo ha comunicado a todos y a todas. Y lo peor: él percibe que es envidia, envidia de un chico guapo, rico y buen jugador, como objetivamente se ha descrito a sí mismo.

Es más, su compañero, Álvaro Arbeloa, concentrado con la Selección Nacional, ha tenido el detallazo de prometerle que le van a querer más, que el equipo le dará todo el cariño necesario. Arbeloa incluso ha llegado a definir al Real Madrid como una familia: hombre, no sé, pero dejémoslo. No se ha referido a los euros necesarios, ciertamente, pero Arbeloa es un tipo respetuoso con la directiva, si ustedes me entienden.

Este es el Madrid que ha creado Florentino. El de los galácticos tristes, deprimidos: multimillonarios horteras, cursis como un repollo con lazo, vanidosos como una vedette, girados sobre sí mismos, adolescentes. Es el espíritu mismo de Florentino, el hombre que se cargó el madridismo, que no era otra cosa que espíritu de sacrificio, es decir, modestia y esfuerzo, y más pensar en los demás, aunque sea un equipo de fútbol, que en uno mismo.

El que mejor lo ha definido es el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera: "No podemos permitirnos el lujo de estar tristes. Eso es algo que sólo pueden permitírselo algunos deportistas millonarios y caprichosos". Pues eso.

Eulogio López

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