En el año 1933 dos jóvenes profesionales: Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, junto con el escritor Edgard Wallace, sacaban adelante la película KIng Kong, con un guión que, de forma magistral, actualizaba el mito de La Bella y la Bestia. Setenta y dos años más tarde, un neozelandés llamada Peter Jackson (el famoso director de la trilogía de El Señor de los anillos) ha vuelto a realizar una nueva versión con un metraje que supera las tres horas de duración.

 

Jackson, un enamorado de la película clásica, ha seguido bastante la original: la época, el desarrollo argumental, el desenlacepero se ha extendido innecesariamente en la hora central de la película.

 

El arranque de esta nueva versión es de lo mejorcito: nos muestra una ciudad de Nueva York, abatida por la crisis económica del año 1929, lo que conduce a un grupo de gente del mundo del cine a la loca aventura de rodar en una isla desiertaHasta aquí todo correcto. El largometraje empieza a derrapar con la llegada a la isla de la Calavera donde las raíces de cine gore de Jackson salen a la luz, al igual que su desmedido gusto por lo faraónico. Es cierto que la película original muestra una isla plagada de monstruos prehistóricos, en perpetua y encarnizada lucha por la supervivencia, que sirve para que la heroína blanca secuestrada por la tribu indígena, y entregada al gran gorila, sepa quién está a su lado Pero Jackson alarga innecesariamente ese paso por el parque jurásico, donde todo es comestible, lo que ralentiza la película y hace que el espectador llegue agotado al archiconocido final en lo alto del edificio Empire State Building Si los montadores, o el propio Jackson, hubieran acortado la hora central de la película estaríamos ante una obra maestra.

 

Porque esta nueva revisión de King Kong tiene grandes atractivos. En primer lugar, resulta conmovedora la relación entre la bella y la bestia (sin duda, la imagen más conseguida de la película es cuando la heroína, una actriz de vodevil, baila en la cumbre del picacho ante los ojos atónitos del gorila), también resulta simpática la subtrama del galán de la película (un cobarde en la vida real) y, no se puede sino alabar cómo se ha creado el simio, tras cuyos movimientos se encuentra el actor Andy Serkis (quien hizo lo mismo con Gollum en El Señor de los Anillos)Y, por supuesto, nadie como la actriz Naomi Watts (todo en su actuación en perfecto: desde sus movimientos corporales hasta sus expresivas caras) para encarnar a la heroína de la historia

 

Y es que la maestría fílmica, mezclada con un buen guión que, insisto, podía haber estado más afinado, dan como resultado una película en la que abundan secuencias imborrables como la pelea del gorila con los aviones en el Empire State Building o, simplemente, la mirada rendida de un simio ante una diminuta mujer de cabellos rubios.

 

Para: Aficionados al género de aventuras mayores de 10 años. La hora central de la película, muy oscura, no la hacen apta para menores impresionables.