Probablemente, ha hecho bien el juez de vigilancia penitenciaria en anular el tercer grado penitenciario al exministro de Aznar y presidente de Baleares, Jaume Matas (en la imagen). O en dar marcha atrás en la concesión si lo prefieren.

Lo que me preocupa son los fundamentos de su decisión. Dice su señoría, ojo al dato, que "el interno no se ha reeducado". Miren ustedes por dónde emerge uno de los conceptos favoritos, no ya del leninismo, sino del maoísmo, que es mucho más bestia. Ya saben, los campos de reeducación chinos o vietnamitas.

Ya sabíamos que los jueces se estaban convirtiendo en gobernantes pero aún más peligroso me parece que se conviertan en confesores. A lo más que puede llegar un juez es a que el señor Matas manifieste en alta voz su arrepentimiento. Cosa que no ha hecho, pues mantuvo su inocencia hasta su condena y aún después de ella. Pero eso no depende del juez, sino del reo.

Y lo mismo para el segundo argumento, este más admisible y menos cachondeable que el anterior: "hay riesgo de ruptura de la confianza de los ciudadanos en el Estado de Derecho". Su función, Señoría, no es juzgar la alarma social o política que surja tras una decisión. Usted lo que tiene que hacer es aplicar la ley y aplicarla con justicia.

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