Pablo Isla no logra hacerse con el control de la entidad. Su objetivo es convertirse en consejero delegado de Telefónica. Tras la marcha de Borja de la Cierva a Fadesa, se está produciendo una fuga de ejecutivos del primer grupo textil español. Ortega continúa obsesionado con el que fue su mano derecha

Colaboraron durante toda la vida. Amancio Ortega, el hombre más rico de España y uno de los más ricos del mundo, propietario de Inditex Zara, no sólo rompió con José María Castellano, su primer ejecutivo desde sus comienzos, sino que la amistad y colaboración se ha convertido ahora en animadversión y en algo parecido a la persecución.

El pasado miércoles 30, rompiendo con la discreción monástica de la forma, Inditex-Zara invitó a los medios informativos a una magna reunión concentración de periodistas, que le dicen- en La Coruña. En un sesión protagonizada por el consejero delegado, Pablo Isla ex presidente de Altadis- se dejó ver un tono triunfalista: continúa el plan de duplicar la compañía en cinco años, se ha superado a H&M, un crecimiento del 21% en las ventas y del 26% en los beneficios, con un dividendo mucho más generoso que el histórico en un personaje como don Amancio, que hace tiempo se arrepintió de haber salido a bolsa.

Todo ello, no ocultaba el deseo de mostrar una imagen de compañía multinacional, moderna y renovada, que no le debe nada a su primer ejecutivo hasta hace seis meses, José María Castellano. La colaboración de años, en lo que Castellano llevó el timón de la nave, mientras Ortega se dedicaba a lo que le gusta, diseñar, se tornó odio africano el día en que ambos rompieron. Hay un momento, en que un Amancio Ortega convertido en personaje público de primer nivel se empeña en romper con su pasado gris. En primer lugar prescinde de su sobrino, Juan Carlos Rodríguez Cebrián, para terminar luego expulsando a Castellano. Los servicios de imagen de la compañía, además, aprovechando la Junta de Accionistas se han encargado de recordar que la compañía ha pagado el pasado año una factura de 6,7 millones de euros en indemnizaciones, que se atribuyen al coste de prescindir de Cabrían y Castellano (si los comparamos con el blindaje de 122 millones de euros de FG, Goiri, y Maldonado en el BBVA, de los que FG se lleva más de la mitad, las cifras no deben asustar).

Pero es que, además, la marcha de castellano ha supuesto una verdadera espantada de directivos afines al anterior primer ejecutivo. El más importante, que no el único, de ellos, fue Borja de la Cierva, cuyo mayor pecado ha consistido en ser la mano derecha de Castellano, y que ha acabado el mundo es muy pequeño, como consejero delegado de la inmobiliaria de Fadesa, que, por un montón de razones, también personales, se ha convertido en el competidor de Inditex. No competidor comercial, pues sus objetos sociales son distintos, sino competidor como líder de la empresa gallega y del ranking de fortunas. Pero la huida abarca a otros cargos medios, no sólo a las primeras figuras.

En definitiva, la puesta en escena, al igual que recientes viajes, así mismo periodísticos, al extranjero algo aun más novedoso en Zara- tratan de lanzar el mismo mensaje: Inditex va como un tiro. Para ser más exactos, Inditex va mejor ahora que con José María Castellano.

La obsesión de Ortega con su ex consejero delegado fue la causa de que perdiera un tiempo preciosos en la compra de Fenosa, y que Botín aprovechara esa demora para vendérselo, más caro, por supuesto, a Florentino Pérez. Y es que Ortega se negó a la sugerencia de sus socios de colocar a Castellano al frente de Fenosa. Eso nunca.

Por otra parte, Pablo Isla, su sucesor, no logra hacerse con la compañía, una empresa muy compleja con demasiadas ramificaciones. Y como no tiene el control necesita, precisamente, dar la imagen opuesta.

Pablo Isla está empeñado en que César Alierta le llame para convertirse en el consejero delegado de Telefónica. Lo malo es que Alierta no está muy convencido de la lealtad de Isla en los momentos difíciles. Además, es conocida la aversión de Alierta a los segundos. Tanto es así, que cuando no tuvo otro remedio que nombrar un segundo, Julio Linares, no le otrogó la consejería delegada, sino una Dirección general un poco especial, que le otorgaba el estatuto de primus inter pares, nada más. Y recuerden el dihco de Tlefóncia: No se llaman directores generales porque manden mucho sino porque la generlaidaid de lsotécniso de Telefónica son directores.