Los franceses han rechazado la futura Constitución europea. Los noes alcanzaron el 55%, cuando se llevaba escrutado el 99,99% de los votos. El triunfo de los votos negativos no admite apelación. Ni tan siquiera podemos culpar a la abstención, pues la participación rozó el 70% del electorado.

Tras conocerse los rsultados, el presidente francés Jacques Chirac aclaró que se iba a pensar lo que hacía con el Gobierno de Jean Pierre Raffarin, su propio Gobierno, sin mencionarse a sí mismo en ningún momento, a pesar de ser el gran defensor del Tratado Constitucional.

El Tratado se ha ratificado en nueve países de la Unión Europea, pero sólo en uno por referéndum (España). Allá donde quien ha votado ha sido la clase política, el sí ha triunfado. Donde han votado los ciudadanos, ha habido, cuando menos, disparidad de criteri en Francia y muy, probablemente, en Holanda el próximo miércoles. En otras palabras: se vislumbra en la Unión, cada vez con más nitidez, un divorcio entra la ciudadanía y las instituciones. O lo que es lo mism entre los políticos y el pueblo.

Lo sorprendente de la consulta francesa es que casi todos los medios informativos, así como la casi totalidad de la clase política francesa y los poderes económicos, apostaban por el sí. Las encuestas daban vencedor al no incluso por un porcentaje inferior al cosechado el domingo.

Sin embargo, las chancillerías europeas se han apresurado a neutralizar el voto popular. Con la excepción de Londres, todo el continente, al menos el mundo oficial, se ha volcado en una tesis ya preparada de anteman lo de Francia es un pequeño contratiempo, pero la Constitución no se modifica. Es decir, justo lo contrario que han votado los franceses.

El divorcio se acentúa.