En un alarde de originalidad, al semanario británico The Economist, le llaman la biblia del liberalismo mundial, resonante mariconada que sus promotores ríen gustosos. En su edición del jueves 26, el diario ABC publicaba una entrevista con el director de la biblia, John Mickletwait, a quien han invitado los dircom (directores de comunicación de grades empresas) españoles. Es lógico que The Economist entusiasme a los dircom, porque el ideario de la tal biblia puede resumirse así: si los ricos son ricos, por algo será. Principio que alumbra un periodismo tan, tan teóricamente rebelde, que los dircom no tienen ni necesidad de leerlo : nunca tendrán que informar a sus jefes acerca de su contenido.

El amigo John se nos muestra como un defensor de la globalización. Uno más bien diría que él y su producto no defienden la globalización, sino la plutocracia global, el Nuevo Orden Mundial (NOM), tan progresista, tan lucrativo. Por eso me sorprende el último invento de los progre-globales: Hay que ir contracorriente, con la mente abierta. Nunca me ha gustado eso de la mente abierta: visto quién lo pedía sospecho que produce lamentables resfriados. Por ejemplo, Micklelhwait nos advierte que el problema es que no sabemos explicar bien la globalización en Occidente. Uno diría que lo que no se entiende bien es la globalización parcial lo que podríamos llamar liberalismo parcial- que propone el nuevo orden: libertad de movimiento de capitales, de productos pero no de trabajadores, es decir, no de personas. Occidente ha cerrado las puertas a los trabajadores del Tercer Mundo y les mata de hambre subvencionando sus productos alimenticios.

El propio John nos explica el problema, con una aplastante sinceridad que le alabo : Lo importante son los sueldos. Los salarios medios no han acompañado el crecimiento económico. Ni tampoco los beneficios de las empresas. Exacto : en un liberalismo parcial, acotado, ocurre lo que ocurre en la economía mundial actual: que los países emergentes, a los que tanto alaba la plutocracia occidental (por decir alguien, Emilio Botín) compiten con Occidente gracias a salarios de miseria, a penuria de educación y de sanidad. Y claro : emigran a Occidente en masa, donde pasan a ser considerados ilegales. Si la OMC quiere avanzar (no ha avanzado nada) para propagar el liberalismo, el asunto es claro : libre circulación de personas y establecimiento de unas condiciones salariales mínimas en todo el planeta, o al menos en todos aquellos países que quieran disfrutar de las ventajas del libre comercio. Porque no hay nada más antiliberal que este liberalismo o globalización acotada.

Y mientras tanto, The Economist no será la biblia del liberalismo mundial, sino el defensor de la plutocracia, que no deja de ser el régimen político que hoy controla el mundo, lo que hemos dado en llamar Nuevo Orden Mundial.

Eulogio López