Los galos que malogren a su benjamín en un aborto natural, podrán afiliarlo en el Registro Civil y apuntarlo en el libro de familia.

La disposición supone un amparo para los 50.000 matrimonios que desgarran, anualmente, un pequeñuelo por el aborto no deseado y un progreso hacia el reconocimiento jurídico del embrión.

A través de dos disposiciones publicadas, por el Boletín Oficial del Estado galo, se concederán a las estirpes que estén en esas circunstancias, poder disponer de una mención simbólica de ese niño, con nombre de pila.

Según manifiestan los grandes rotativos franceses, como Le Fígaro, el derecho de apuntar a los chiquillos germinados cadáveres en el Registro Civil, es aceptar al feto como a un ser viviente, desde el momento de su concepción.

En Francia se sigue calificando al aborto provocado voluntariamente, como un asesinato, como un problema y no como un avance social.

Por su parte, Mónica López Barahona, directora general académica del Centro de Estudios Biosanitarios, evalúa como muy positiva esta medida, es como un reconocimiento de lo que es el feto: una persona humana desde el momento de su fecundación.

La Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal  Española, afirma: Ningún católico puede admitir en ningún caso prácticas  como el aborto, la eutanasia o la producción, congelación y manipulación de embriones humanos.

Clemente Ferrer Roselló

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