Al parecer, los críticos de cine del CEC ven más películas que los académicos

Hace algo más de dos año un crítico cine español apuntó que "La Academia de cine española esta sufriendo un giro partidista demasiado evidente". Parece que las cosas no han cambiado desde que un nutrido grupo de artistas se pronunciaron con dureza durante el gobierno Aznar, desde que Almodóvar se dio de baja del colectivo porque no estaba de acuerdo con el sistema de votación, etc.

Y es que los miembros de la Academia de cine español, esa que concede los premios Goya, se ha vuelto todavía más cómoda y conformista. Sólo las producciones potentes, de elevado presupuesto, sólo las de cine palomitero son las que para ellos merecen la pena. Pero así no son las cosas.

Ese grupo tan selecto se olvida de fomentar el cine independiente, de ser ajeno a los resultados de la taquilla, es decir, que se mira el ombligo y así nos luce el pelo. Tanto es así, que sus apuestas cinematográficas se alejan de hacer un hueco a las nuevas generaciones de jóvenes que tanta savia nueva pueden ofrecer a la industria. Lo que ocurre es que el ombligo mola un montón, y por eso les viene como anillo al dedo promocionar el terror psicológico de El orfanato, que tiene más escaparate que chicha, o la maniquea, retorcida y partidista Las 13 rosas, lanzada a los cines justo cuando en el Gobierno se estaba promoviendo la Ley de Memoria Histórica. Preguntado entonces a Emilio Martínez Lázaro, su director, aseguró: "que en ningún momento su intención era promocionarla dentro de un contexto político concreto". Claro, claro…

Menos mal que los críticos de cine, al menos los miembros del CEC, sí ven cine, como mínimo, 2 películas diarias para informar a los espectadores con puntualidad sobre los estrenos. Llegados a este punto, ¿qué será más fiable? ¿Hacer caso de lo que digan los Goya, o premiar a aquellas películas que los Goya no tienen en sus listas? Demasiadas rosas para un pollo solo.