La historia se repite, más que nada porque el hombre es poco original. El pasado miércoles 4, una foto daba la vuelta al mundo : dos animadoras norteamericana enarbolaban una pancarta donde se decía: Rezad por nuestros mineros. Se referían a los 12 mineros muertos tras resultar atrapados en una finca de carbón en Virginia, a 80 metros de profundidad. La verdad, no creo que en España unas animadoras se atrevieran a pedir oraciones. En tal caso, pedirían que azotaran al alcalde, un divertimento especialmente regocijante pero inútil a la hora de salvar vidas.

Y es que en América han superado el americanismo, que ahora se ha trasladado a Europa. Al americanismo, precursor del modernismo, siempre se la llamó teología de la acción. Nació en Estados Unidos con la publicación de la biografía de Isaac Thomas Hecker, fundador de los paulistas (ver Diccionario de papas y concilios, editorial Ariel). En esa biografía, y especialmente en su prólogo, se pedía al Vaticano algo que les sonará much la adaptación de las normas disciplinarias de la Iglesia y las verdades de fe como único medio para superar la crisis de fieles y de vocaciones (estamos hablando de las primeras décadas del siglo XX); se calificaba de superfluo el magisterio y autoridad de la Iglesia y se fiaba todo al buen criterio de las mociones del Espíritu Santo sobre cada cual, se preferían las virtudes naturales a las sobrenaturales y, ojo al dato, se consideraba que había dejado de tener sentido la llamada vida espiritual pasiva, con los fenómenos que comporta, especialmente oración y penitencia. Lo que importaba, decía el librito, era la vida activa, las actuaciones externas, las mejoras sociales y la atención a los pobres.

León XIII salió al quite y les advirtió que no dijeran chorradas (bueno, lo explicó mucho mejor pero uno es periodista). Curioso, porque estamos hablando del Papa más activo, del autor de la Rerum Novarum, matriz de la Doctrina Social de la Iglesia, el de los salarios dignos y el valor del trabajo. En lenguaje moderno, lo que les vino a decir León XIII a los autores del libro es que la Iglesia no es una ONG, y que sin oración y sacramentos no hay salvación, una forma de decir que no es el hombre, sino Dios, quien cambia el mundo. Al hombre le basta con no estorbar los planes del Padre Eterno.

De inmediato, tanto el autor del libro como los paulistas acataron la orden del Papa y se retractaron. Sin embargo, la semilla del diablo ya estaba plantada. El modernismo hace suyos los presupuestos del americanismo y se lanza pendiente abajo hasta poner patas arriba toda la doctrina eclesial e intentar lo mismo que hoy intenta la progresía, los relativistas, el capitalismo y el socialismo : convertir a la Iglesia en una ONG, en un medio para cambiar el mundo, con la consiguiente expulsión de Cristo de la vida pública y borrar el nombre de Dios de todas las bocas salvo para blasfemar-, que es de lo que se trata.

Es decir, que ahora ya no hablaríamos de americanismo sino de europeísmo. Es la vieja Europa la que prohibiría a unas animadoras, o a cualquier otro, pedir públicamente una oración por unos mineros en peligro de muerte. Eso sería un atentado de leso clericalismo. En cualquier caso, muy grave.

Eulogio López