La crisis energética que vivimos no se detiene y ya lleva varios meses conviviendo con nosotros, pero la situación se ha agravado por la invasión rusa a Ucrania. Eso sí, el Gobierno no ha acelerado en tomar medidas, como otros países, y espera a que antes se celebre el Consejo Europeo, para anunciar las suyas el día 29. Un escenario ante el que la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, está más desautorizada que nunca... como muestra el hecho de que el propio Pedro Sánchez interviniera reuniéndose en Moncloa con las grandes eléctricas, dado que su subordinada tiene nula interlocución con estas.

No es la primera vez que se habla de la desautorización de Ribera. Es más, a inicios del pasado otoño, ya se apuntaba a la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico como la próxima víctima de la política ‘kleenex’ de Sánchez y que esta se había convertido en un pato cojo. Por su parte, las eléctricas, con las que Ribera había mantenido un pulso tras el famoso decretazo, ya postulaban su relevo por su inexperiencia empresarial, algo que sí tiene, por ejemplo, la nueva ministra de Transición Energética y Desarrollo Sostenible de Marruecos, Leila Benali. Además, según los mentideros, se hablaba de que en la primavera de 2022, cuando el precio del gas se preveía que podía recular, Ribera podría ser cesada para que Sánchez se pudiera colgar la medalla de haber bajado la tarifa eléctrica... pero el gas no ha bajado y la invasión rusa a Ucrania ha impedido que se cumpliera este pronóstico, por ahora. 

España tiene una gran capacidad de regasificación y podría mandar gas al resto de Europa, pero podría perder el tren de ser importante en la UE una vez más: Argelia va a enviar más gas a Italia y Alemania importará GNL de Catar. ¡Ole!

Sánchez está harto de tanta obsesión climática y de que Ribera sólo hable de energías renovables. Sin embargo, no hay que olvidar que él tampoco está vendiendo bien la gran capacidad de regasificación que tiene España y que podría enviar gas al resto de Europa, dado que sus principales suministradores son Argelia y EEUU (este último ha ocupado el primer puesto en enero y febrero, dadas las elevadas importaciones gas natural licuado -GNL-), eso si Argelia no se enfada tras la rendición de Sánchez ante Marruecos cediéndole el Sáhara Occidental. Nuestro país tiene una situación mucho mejor que la del resto de Europa en gas, al no depender tanto del ruso, gracias a su diversificación de proveedores y vías de llegada (gasoductos y metaneros), así como por sus tres almacenamientos subterráneos.

Sánchez y gas

Hace unas semanas, Moncloa manipuló con los elogios de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a las renovables, destacando que “España es un auténtico líder con una gran capacidad energética y una impresionante pericia en el campo de las renovables. España puede y jugará un importante papel para la energía en Europa”. Claro que también podría tener un papel activo en el tema del gas, porque a través de las dos conexiones que tiene con Francia (por Irún y Larrau) tiene capacidad para bombear 7.000 millones de metros cúbicos (bcm), el equivalente a siete metaneros con GNL al mes, y además, podría retomar la interconexión a través del MidCat (por Cataluña), si Europa le ayuda financieramente, porque el proyecto lleva parado desde 2018. Tristemente, nuestro país podría perder el tren de ser importante en Europa una vez más, porque Argelia ya va a enviar más gas a Italia a través del gasoducto TransMed y Alemania ha firmado un acuerdo para importar GNL de Catar. ¡Ole! Y tampoco hay que olvidar que Ribera insiste en cerrar las nucleares, pese a que es una energía que no emite CO2, produce electricidad de forma estable y barata, y que está en renacimiento en varios países. 

Vladimir Putin reacciona ante las sanciones y la congelación de activos rusos en Occidente: anuncia que no aceptará más pagos en dólares ni en euros por el gas que vende a Europa, los cuales se deberán hacer en rublos

Paralelamente, no se puede olvidar que la crisis energética no sólo es una cuestión de elevados precios (el de la luz sigue superando los 200 euros por megavatio hora debido al gas y el barril de Brent cotiza en torno a los 120 dólares), sino también de suministro, tras la invasión rusa a Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia y la congelación de activos rusos en Occidente. Claro que Vladimir Putin no se ha quedado de brazos cruzados: este miércoles ha anunciado que no aceptará más pagos en dólares ni en euros por el gas que vende a Europa, los cuales se deberán hacer en rublos.