Adivino un corazón desgarrado,
que al amor, con letras grandes,
no ha conocido en el tiempo,
en un instante, en un espacio.
 
Y si lo intuiste o vislumbraste,
no supiste o quisiste retenerlo,
por la entrega, que ese amor solicitaba.
Y no ser un sí o un no, lo que de ti esperaba;
ese juego del amor ambiguo y paradójico,
que muere porque no muere,
que siente y ama sin palabras,
que de su ser hace la entrega,
sin pedir a cambio nada.
 
Y el corazón quedó solitario y desgarrado,
aunque una y otra vez acompañado fuera.
Más era de un amor sólo humano,
reducido a simple sexo,
temporal, caduco y solitario.