La verdad siempre se impone, aunque le suele costar, no mucho, unos días. La semana pasada comenzó con mucho llanto, con un ministro, un tal Félix Bolaños quien asegura que se le puso muy mal cuerpo cuando vio llorar al hijo de Juana Rivas. A mí también pero no por el niño sino por la manipulación de un menor incapaz de asimilar aquello: no hay derecho.
Ya se ha dicho demasiado como para que yo añada algo más. Además, nuestro comunicante, Carlos Aurelio Caldito lo ha explicado mejor y más amplio que yo. Sólo una pregunta: ¿se da cuenta Juana Rivas, o cualquier otra madre, que cuando pone a caldo al padre delante de su hijo al quien hace daño no es al padre sino al hijo?
El niño necesita del padre y de la madre, necesita masculinidad y feminidad. Si falla uno de los dos elementos, por causas naturales o artificiales, llega el conflicto. Peor: llega el vacío.












