Comienza el martirio del Papa Francisco
Desde Navidad. El cambio en el mensaje del Papa Francisco (en la imagen) ha sido copernicano, más asombroso que sorprendente. Podemos establecer un jalón más dentro de ese proceso con su alocución en Santa Marta, el pasado martes. "Nuestra iglesia es una iglesia de mártires".
Es más, para quienes le acusaban de no ponerse del lado de los mártires cristianos de Oriente Medio, la verdad es que, si alguna vez hubo omisión, Francisco ha recuperado el tiempo perdido durante el primer trimestre del año. Pero el cambio ha afectado a otros muchos de sus mensajes: 1.- Hemos pasado de lo que se interpretaba -falsamente- como eclecticismo que pretendía atraer a otros credos o a cristianos renuentes a un ataque por la vía de la Divina Misericordia de Dios. No, no con la misericordia con los pobres sino con la misericordia de Dios, de la que depende aquélla y el resto de misericordias 'humanas'. 2.- Francisco también ha pasado de la justicia social a la clemencia de Dios (que no sólo de pan vive el hombre), a las obras de misericordia para entendernos, que engloba aquella igualdad y le otorga un sentido. 3.- El discurso papal ha pasado de la justicia social a la justicia de la vida, con la solicitud por el no nacido, que recuerda la frase de Benedicto XVI: "Dios ama al embrión". 4.- Asismismo hemos pasado de la eucaristía como asamblea (es decir, del mantra progre-pelmazo) a la eucaristía como sacrificio y como el mayor regalo de Dios al hombre, que exige un respeto máximo al Santísimo anonadado. 5.- Vivimos la era del martirio y Francisco se ha empeñado, contra la generalidad, en no ocultarlo. Es decir, Francisco ha pasado de la defensa del recordatorio de los deberes de los católicos para con los demás a defender a los cristianos de la barbarie a la que son sometidos.
Este último punto quizás sea el más determinante del cambio. Un cambio que se inició en Navidad y del que el Nuevo Orden Mundial (NOM), tan entusiasta del nuevo Papa, ya ha tomado buena nota. En el NOM han saltado las alarmas. Ya no es posible que sus terminales mediáticos manipulen las palabras del Pontífice hasta hacerle decir lo que no ha dicho ni tan siquiera pensado. Es decir, que comienza el martirio del propio Papa Francisco. Como dijo el poeta: no hay precipicio que acelere al descenso a los infiernos. La bajada siempre es suave y mantenida. Pues bien, los grandes hombres se empeñan en detener esa paulatina degeneración del hombre. Es en lo que está Francisco. Eulogio López eulogio@hispanidad.com