Sr. Director:
Estoy de acuerdo con la expresión “vergüenza y dolor” y con lo que representa. Son las tres palabras con las que la Santa Sede ha recibido el demoledor informe del Gran Jurado de Pensilvania sobre abusos sexuales a menores en la Iglesia en los últimos 70 años. La parte positiva es que estos casos descendieron drásticamente en los últimos años, a raíz de las medidas aplicadas tras la enérgica intervención de Juan Pablo II. Pero los obispos norteamericanos creen necesario dar otro paso con protocolos de actuación ante las denuncias más profesionales e independientes.
Se trata, en primer lugar, de un deber hacia quienes han sufrido estos abusos, agravados por una perversa cultura institucional que pretendía ocultarlos en nombre de una mal entendida defensa del buen nombre de la Iglesia. “Las víctimas deben saber que el Papa está de su parte”, tal como enfatizaba el comunicado de la Santa Sede.