La pobrecita se ha convertido al Islam y no le basta con llevar velo: quiero el niqab, que nadie le vea la cara. Porque sólo quiere ser auxiliar de enfermería. A mí me ocurre lo mismo: me cae muy mal el vecino y quisiera darle con un palo en la cabeza. Pero quiero hacerlo sin que se sepa quién soy, con la cara oculta. Y no me dejan. Como a Miren Koruko, ahora dicha Meryem. Yo sólo quiero arrearle una trompada al vecino, que me cae gordo. Y quiero hacerlo con discreción. Porque una cosa es la modestia en el vestir, también en la discreción en el atuendo y otra, bien distinta, la ocultación. Hispanidad redaccion@hispanidad.com