Salvador Victoria consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, y Lucía Figar, consejera de Educación, han dimitido. Se trata de no perjudicar a Cristina Cifuentes como posible futura presidenta de la Comunidad de Madrid. Así se cumple aquello de que todo político imputado debe presentar la dimisión. Algo bastante injusto porque resulta que a lo mejor los jueces te declaran después inocente. ¿Y entonces? Y Albert Rivera, quien, cuanto más poder obtiene, más se parece a Pablo Iglesias, asegura que no le basta. Pero el problema no es este: el problema es que tanto Victoria como Figar -y razones tienen para ello, sobre todo la segunda- dimiten forzados por Moncloa, para ser más exactos por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, empeñada en salvar a su chica, la Cifuentes. La verdad es que resulta patético ver al PP arrastrarse ante la cuarta fuerza política madrileña con tal de obtener un Gobierno en el que va a vivir, si es que lo consigue, chantajeado durante cuatro años. Hispanidad redaccion@hispanidad.com