Leyendo en un periódico digital que hoy comienza en Zagreb el encuentro de conferencias episcopales para analizar la relación entre familia y demografía en Europa y en todo el mundo, me ha venido a la memoria el artículo escrito por Pepe Álvarez de las Asturias, en el Semanario Alba de esta semana, en la que presenta a los Duggar, una familia de EE.UU. formada por padre, madre, dieciocho hijos y una nieta.
Cuando contrajeron matrimonio, por el momento decidieron no tener hijos y ella empezó a tomar la píldora, pero a los cuatro años ésta le falló y perdió a su primer hijo, este hecho les marcó tanto que decidieron tener todos los hijos que Dios estimara.
Muchos de los que lean esta noticia dirán: o que son unos padres irresponsables, egoístas, peligro social, etc. No es que todos tengan que tener este número de hijos, esto es una excepción, cada familia tiene su situación y su capacidad para llevar adelante su hogar, ahora lo que sí es grave, muy grave, es la caída de la tasa de natalidad, con unas repercusiones en el envejecimiento como estamos viendo de la población.
Indudablemente, el elevado volumen de inmigración que está recibiendo Europa y, en particular España, ha rejuvenecido en cierta medida a la población, que si bien la inmigración esta suponiendo un respiro demográfico en las sociedades del viejo continente, los efectos del descenso de natalidad de las últimas décadas, son un síntoma elocuente de la pérdida de esperanza vital. Es cierto que han contribuido en parte a que no caigan más. Pero parece que las madres extranjeras, aunque procedan de países en los que los niveles de fecundidad son más elevados, modifican sus comportamientos al llegar a España, porque no tienen recursos suficientes para ocuparse de familias numerosas.
Esta circunstancia no sólo deja al país de acogida con tasas de crecimiento similares, sino que genera un problema para el futuro, puesto que los que hoy son jóvenes trabajadores extranjeros, mañana serán pensionistas que se sumarán a la ya numerosa bolsa nacional. Aun así, en los últimos años, sólo los inmigrantes han logrado sostener el crecimiento de la población para que no caiga en tasas negativas.
En definitiva, que todo desarrollo digno de este nombre ha de ser integral, es decir, ha de buscar el verdadero bien de toda persona y de toda la persona.
Nieves Jiménez