Hay que ver lo ingrato que es el mercado. Después de casi cinco años como consejero delegado del HSBC, el mayor banco de Europa, Noel Quinn (63) presentó por sorpresa su dimisión el martes 30 de abril y desde entonces la cotización del banco se ha disparado un 6,3%. Me dirán que la reacción bursátil podría estar relacionada, no con su salida sino con los resultados, presentados ese mismo martes y es verdad, pero entonces habría que pensar que a los inversores les da lo mismo lo que haga Quinn. ¡Cuánta ingratitud!

Lo cierto es que en estos cinco años ha habido de todo, empezando por el ajuste del 15% de la plantilla (35.000 despidos) planeado antes del Covid y ejecutado en plena pandemia. Fue la respuesta de la entidad a los malos resultados de 2019 -el beneficio se desplomó un 53%-, que luego apuntilló apoyando la polémica Ley de Seguridad de Hong Kong promovida por el régimen comunista chino. La reputación del banco, cuyo principal mercado era y es Asia, quedó muy dañada.

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Quinn deja el banco mejor de como lo encontró, pero aún con muchas dudas que se reflejaron en los resultados del primer trimestre de este año. El beneficio fue de 12.700 millones de dólares (unos 11.900 millones de euros), un 1,8% menos que en marzo de 2023, pero más de lo esperado por los analistas. Los ingresos, por su parte, se estancaron y apenas crecieron un 0,3%, hasta alcanzar los 20.800 millones de dólares (en euros, unos 19.400 millones).

Quinn se marcha y el banco sube en bolsa. Al menos se va con el consuelo de saber que en estos últimos cinco años la cotización de la entidad se ha revalorizado cerca de un 4%. No es mucho, pero menos da una piedra… y más daño hace.