Los hechos son estos. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan (en la imagen) no va a mover un dedo para ayudar a los kurdos que defienden la ciudad Kobane frente a los fanáticos islámicos del EI. Es más, sabotea la llegada de armas occidentales a los defensores.
Eso sí, a cambio, ya hay 14 muertos kurdos en el interior de Turquía, gente que protesta por eso, porque Erdogan abandona a sus correligionarios y sabotea la acción prevista de la alianza internacional.
¿Qué pretende Erdogan Sencillo: odia tanto a los kurdos como a los del Califato. Por eso quiere que los del EI le hagan el trabajo sucio, aniquilando a los kurdos, y luego Occidente le haga el trabajo sucio, aniquilando al EI. Y a ser posible se quedará como mandamás del nuevo califato fundamentalista.
Ahora se ha buscado otra excusa para seguir saboteando los ya de por sí débiles esfuerzos de Occidente en defensa de los kurdos: pide que la campaña militar se haga por tierra. Hombre sí, es cierto que las guerras siempre las gana la infantería, pero lo que está haciendo Recep es ganar tiempo para que le eliminen a los kurdos. Entre otras cosas, porque ha pactado con el Califato, esos degolladores que le devolvieron al grupo de turcos secuestrados... no sabemos a cambio de qué.
A fin de cuentas, el objetivo de Recep Tayyip consiste en revivir el Imperio de la Sublime Puerta
Erdogan es el gran amigo del pusilánime Obama: un fundamentalista, no muy distinto de quienes rigen Qatar o Arabia Saudí, que pretende reeditar el Imperio de la Sublime Puerta, es decir, el Imperio otomano, que se disolviera en 1918, tras controlar el Creciente fértil y el Golfo Pérsico. Pero la principal conclusión es que con Erdogan al frente de Turquía, país de la OTAN, Occidente tiene al enemigo en casa. Un enemigo bastante miserable.
Eulogio López
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