El régimen sirio está a punto de caer. En Irak se han disparado las amenazas desde que las tropas norteamericanas abandonaron Irak (donde, ciertamente, nunca debieron haber entrado).

Irán se ríe de las inspecciones internacionales mientras continúa fabricando su arsenal nuclear. En Afganistán es un caos, donde las tropas de la OTAN viven a la defensiva, esperando el momento de su retirada... para dejar un país en guerra civil. En Paquistán, el país del mundo con más aspirantes a terroristas por metro cuadrado, cunde la rebelión contra Occidente -y no olvidemos que hablamos de una potencia nuclear-. Y no sería de extrañar que los islamistas tomaran el poder.

En Egipto, los alabados militares asoman su cara más fea y los Hermanos Musulmanes se quitan la careta. Nada sabemos de Libia, salvo el hecho de que aquellos que pueden huir del país lo hacen. Turquía se ha convertido en una república dirigida por un islámico que intenta resucitar el imperio otomano, mientras en Túnez los islámicos se han impuesto a través de las urnas, y en Arabia Saudí el régimen toma vitaminas, es decir, se rearma para seguir vendiendo petróleo a Occidente mientras alimenta una corriente islámica feroz. ¡Joé con la primavera árabe!

Todos esos países tienen algo en común: no se respeta la libertad religiosa, precioso eufemismo que significa esto: se masacra a los cristianos. Pero a Occidente no le preocupa la libertad religiosa sino la estabilidad política, precioso eufemismo que significa lo siguiente: el poder va a pasar de militares autócratas a milicianos islámicos.

¿Cuándo cambiarán las cosas? Pues el día en que Occidente se proponga lo que tuvo que proponer desde el primer momento: ayudar a los opositores a los actuales regímenes a cambio de respeto a la libertad religiosa. Ahora bien, ¿el Occidente cristiano está dispuesto a defender la libertad de culto de esos cristianos? No parece.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com