El domingo celebramos el día de Gaia, la madre Tierra, la nueva religión universal bendecida por Naciones Unidas en la Carta de la Tierra.

Un credo cursilón, por quien nadie apostaría un euro en circunstancias normales, pero que, dada la macedonia mental que rodea a la humanidad, y condimentada con unas dosis de ecologismo, panteísmo y otras tontunas, puede convertirse en una religión no reprochable aunque con un programa oculto: terminar con la humanidad. Eso sí, en nombre del planeta.

El eslogan principal de los adoradores de esta diosa veleidosa es el siguiente: "La tierra no se vende, se defiende". Pues mire usted eso es una verdadera blasfemia. La tierra, y el universo entero, fue creado para el hombre y es el hombre quien debe someterla, explotarla, esquilmarla, si fuera necesaria. La única barrera es la de permitir que las próximas generaciones de humanos -no de animales, ni de plantas, ni de rocas- puede seguir explotándola. No es el hombre para la tierra -panteísmo- sino la tierra para el hombre -cristianismo-.

Y si no, prepárense para una sociedad de esclavos como jamás se ha visto en la historia.

Eulogio López

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