Un credo cursilón, por quien nadie apostaría un euro en circunstancias normales, pero que, dada la macedonia mental que rodea a la humanidad, y condimentada con unas dosis de ecologismo, panteísmo y otras tontunas, puede convertirse en una religión no reprochable aunque con un programa oculto: terminar con la humanidad. Eso sí, en nombre del planeta.
El eslogan principal de los adoradores de esta diosa veleidosa es el siguiente: "La tierra no se vende, se defiende". Pues mire usted eso es una verdadera blasfemia. La tierra, y el universo entero, fue creado para el hombre y es el hombre quien debe someterla, explotarla, esquilmarla, si fuera necesaria. La única barrera es la de permitir que las próximas generaciones de humanos -no de animales, ni de plantas, ni de rocas- puede seguir explotándola. No es el hombre para la tierra -panteísmo- sino la tierra para el hombre -cristianismo-.
Y si no, prepárense para una sociedad de esclavos como jamás se ha visto en la historia.
Eulogio López
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