Este es un país divertidísimo. Mariano Rajoy asegura que no se puede tener a un presidente de Gobierno pendiente del caso Bárcenas por respeto a la estabilidad política. Estabilidad quiere decir que él se queda donde está, en el mismo sillón, estable cien por cien. Bueno y también para demostrar que el Estado, o sea, él, no cede al chantaje.
Rubalcaba, por responsabilidad, naturalmente, asegura que se dispone a presentar una moción de censura. Alonso, el portavoz del PP en el Congreso ha aprovechado para recordarle quién va a ser el candidato de los censores y cuál el programa. ¿Y si no le gusta a Cayo Lara
Rosa Díaz, una mujer siempre comedida, asegura que estamos ante el mayor escándalo político de la era democrática. Sin duda. El escándalo es el conjunto de la clase política, en su totalidad manifiesta. Es decir, unos políticos profesionales, que, además, llevan lustros sin bajarse del coche oficial y que mal lo tendrían, la mayoría de ellos, para sacarse un salario en el sector privado.
Luego viene Durán Lleida, de un partido condenado por financiación ilegal, quien primero quiere oír el programa del candidato.
Pero lo mejor es lo que ocurre en el propio seno del PP. Ya hay quien lanza quinielas con la sustituta natural de Rajoy, su mano derecha, Soraya Sáenz de Santamaría, algo que pone muy nerviosa a su principal adversaria política, la secretaria general de su partido, Dolores de Cospedal. Silencio ominoso de José María Aznar ante los ataques a su sucesor, siendo como era presidente del Partido Popular cuando Bárcenas asegura -son tantos años de historia en común- que el partido se financiaba irregularmente mientras Aznar lo presidía.
A todo esto, ¿quién va a limpiar el Partido Popular y el resto de partidos políticos sucios ¿Aquéllos que lo han ensuciado Hombre no parece una buena idea.
Insisto en que España ha sido siempre cainita y ahora se está volviendo puritana, dos graves defectos de las personas.
Por tanto, la única solución que se me curre para renovar la política española consiste renovar a los políticos, desprofesionalizar la vida pública.
Para ello, no vendría mal aplicar las siguientes medidas, varias de ellas son un plagio al sistema norteamericano:
1.Limitación de mandatos, Ocho años, que es lo habitual en otras democracias: Ojo, no debería afectar solo al Gobierno sino a cualquier alto cargo, como presidentes de comunidad autónoma, alcaldes de grandes capitales y comisarios y parlamentarios europeos. El poder absoluto corrompe de forma absoluta pero el poder permanente supone una corrupción eterna.
2.En segundo lugar, un sistema electoral y parlamentario de listas abiertas. Como en Estados Unidos o, en menor medida, Reino Unido.
3.Empequeñecer el Estado. ¿Cuántos parlamentos regionales sobran Probablemente todos. ¿Y defensores del pueblo ¿Y son necesarios 350 diputados Tenemos que reducir el número de instituciones y de políticos.
4.Ni un euro para los partidos políticos. Que se financien con afiliados y con donaciones reguladas. También con Estados Unidos como modelo.
5.Suprimir las barreras de entrada al sistema para romper el oligopolio de partidos políticos que controlan el sistema español desde hacer un cuarto de siglo. Un parlamento con muchos sujetos es mucho más democrático y obliga a pactar.
Yo me conformaría con la primera, que obligaría a los políticos a buscarse la vida fuera de la política y que forzaría a quien se dedica a la res-publica a recuperar aquel espíritu de servicio público que, digo yo, algún día existió en el mundo.
Y todos estos principios pueden resumirse en uno: que la clase política española se suicide. Políticamente, digo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com