No se pierdan la esplendida página 3 del diario ABC, edición del sábado 6 de marzo, a cargo de Isabel Estapé, bajo el expresivo título No rotundo al ocaso de una civilización.

Felicito a la autora, miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras. Sólo discrepo de ella en eso de que cada vez más economistas estamos convencidos de que las economías opulentas sólo saben eliminar la pobreza eliminando a los pobres. ¡Hombre no, doña Isabel!: no son economistas los que exhiben tal evidencia. En Hispanidad lo hemos repetido muchas veces, con una coletilla a la que también usted hace referencia en su espléndido artículo: en efecto, la progresía internacional, lo que ahora llamamos el Nuevo Orden Mundial (NOM), lo que habitualmente entendemos como políticamente correcto, no sólo no tiene otra idea para reducir la pobreza que reducir el número de pobres, sino que pretende hacerlo de la manera más cómoda: antes de que nazcan, por si se le deja nacer, su madre le contemplará por vez primera, e intentará protegerlo del matarife y, cuando crezca, él mismo luchará por su vida.

Además, el NOM no sólo utiliza el aborto para luchar contra la pobreza sino para apoyar a los ricos. El NOM siempre ha sido eugenésico y plutócrata, de tal manera que lo que le sobran no son los hijos de los ricos sino los de los pobres. La IPPF, la gran multinacional abortera, no opera en Washington, sino en Kabul o en Asunción.

Y también acierta de pleno doña Isabel cuando denuncia la nueva artimaña del NOM para provocar el ocaso de una civilización: la ecología. Con la tontuna del cambio climático nos dicen que no hay alimentos para todos, así que, como falta comida, resulta que sobran personas. Llegamos a la misma meta por otro camino. A este respecto, recuerda doña Isabel que un estudio del Harvard Center Population concluye que la capacidad tecnológica actual permite alimentar a 40.000 millones de seres humanos. Y, lo que es más significativo, ya en los siglos II-II el converso-hereje Tertuliano (160-220) aseguraba que la carga demográfica se hacía insostenible.

Por lo demás, una civilización que no tiene hijos no tiene vida, no tiene vitalidad y, por tanto, no hace falta que nadie la mate: se suicida ella solita. La bomba demográfica no consiste en que haya mucha gente sino en que haya pocos pobres.

Pero se pueden introducir más matices a tan esplendido artículo: lo que está en juego no es la civilización occidental, un cuerpo al que Jerusalén aportó la verdad y el bien, los griegos la lógica y los romanos el derecho, sino que el NOM, en esta nueva etapa, sin abandonar el relativismo o memez intelectual del modernismo, se adentra en un segundo ciclo mucho más homicida y liberticida. En otras palabras: el NOM no quiere destruir la civilización occidental a través del panteísmo oriental, lo que pretende ahora es eliminar a la raza humana, en su totalidad manifiesta, occidental y oriental, y a la fuerza motriz de la misma, que no es otra que la Iglesia católica. El artículo de Estapé llega muy lejos, pero aún debe avanzar más, porque lo del genocidio NOM genocidio de una raza llamada humana- también está muy adelantado. En el siglo XXI, el NOM no apunta al ocaso de una civilización sino al ocaso de la humanidad. Pero no se apuren. No lo conseguirán.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com