Ningún católico puede llamarse a andana. Benedicto XVI ha aprovechado el domingo de resurrección para dejarlo claro: el racismo es incompatible con el humanismo pero el católico está obligado a ir más allá y acoger al emigrante. Lo dice en el momento en que Europa atraviesa una crisis sin preferentes y que mientras arde el Magreb, lo que impulsa a muchos cruzar el mediterráneo. Lo dice, mientras Sarkozy cierra las fronteras francesas y Berlusconi juega con la migración libia y tunecina como si fuera un intercambiador: si no puede repatriarlos los reenvía a sus socios europeos.
Pues bien, el católico no puede apoyar ese proceso de enquistamiento europeo ante la inmigración. Por contra, el Papa anima a acoger a quien huye de la miseria. Para mí que lo ha dejado claro... otra vez.
Eulogio López
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