Sr. Director:

En relación con la polémica que está surgiendo con la implantación en España del llamado aborto libre en las primeras doce semanas de gestación, querría hacer una serie de consideraciones que me parecen de interés.

Creo que hay unos datos sobre los que hay consenso generalizado, en mi opinión: nadie aborta por gusto; está demostrado científicamente que el feto es persona distinta de la madre desde su concepción, aunque dependa de ella para su alimentación y desarrollo; en España, la mujer que quiere interrumpir su embarazo lo hace de una forma u otra, y hay 77.000 abortos en nuestro país al año.

El aborto entiendo que encierra siempre un drama previo: peligro para la salud física o psíquica de la madre, malformación del feto, condiciones socioeconómicas extremas, violación previa, soledad… Además, las secuelas psíquicas o físicas son también drásticas en muchos aspectos. No creo, y coincidirán conmigo, que este drama pueda tomarse como bandera de ningún progresismo.

Es llamativo que pese a que nunca se haya informado y formado tanto sobre la vida sexual y se hayan puesto tantos medios –en muchas ocasiones de modo gratuito- para evitar embarazos no deseados (preservativos, etc.), el número de abortos no haya dejado de aumentar en estos años. Además, tampoco se ve reflejado el avance de la medicina, o de la psicología, o la mejoría de las condiciones económicas y sociales, ya que sigue aumentando el número de abortos por riesgo físico o psíquico de la madre, o por criterios socioeconómicos más o menos encubiertos cuando la sociedad española es más tolerante y tiene un alto nivel económico.

Frente a ello, pienso que es conveniente que, de un modo tan valiente como decidido, se creen las condiciones necesarias para que toda mujer embarazada pueda decidir en completa libertad seguir en su caso con el embarazo, y que no deba acudir a su interrupción por miedo a que una sanidad pública no sea capaz de garantizar su salud o la de su hijo, por miedo a verse sola y sin ni siquiera el apoyo psicológico de especialistas, por miedo a no tener una garantía de un techo, o miedo a carecer de unas mínimas condiciones económicas para ella y para su hijo.

Se debería crear, en primer lugar, y con más mérito que la salida fácil del aborto libre, un tejido sanitario accesible suficiente, un colectivo de psicólogos específicamente formados para apoyar la viabilidad del embarazo –en ocasiones es más fácil interrumpirlo sin más- y una cobertura social y asistencial que garantice que cualquier mujer que quiera tener y educar a su hijo lo pueda hacer con dignidad.

Creo que, en estos cruciales momentos, es un lujo prescindir sin más de 77.000 vidas al año (casi la población de Santiago de Compostela, por ejemplo). Para cualquier gobernante debería ser motivo de satisfacción y legítimo orgullo reducir esa dramática cifra, ya que significaría tanto que se han evitado miles de dramas personales, ocultos e íntimos la mayoría de las veces, como que miles de vidas están con nosotros por el éxito de una genuina, competa y progresista política sanitaria, asistencial y educativa.

Me parece un empeño por encima de partidos, ideología, o incluso de religión. Es un tema de Humanidad y creo que, por eso mismo, al reducir la tragedia de las mujeres que ven como única opción para salir de su drama personal el acudir al aborto, todos salimos ganando.

Mariano Rodríguez-Rabadán

mrquer@iespana.es