Con la crisis bancaria de 2007 salimos con pocas ideas, pero malas. De hecho, salimos con dos: la mala y la peor.

La mala: hay que regular. Ahora tenemos, en Europa más reguladores que bancos que realmente pinten algo. Es más, la tentación es crear un a modo de Instituto de Crédito Oficial (ICO), enérgicamente dirigido desde el Banco Central Europeo (BCE).

Pues bien, más normas, mayores exigencias de capital y más regulaciones solo han servido para generar una casta de nuevos funcionarios, que no nuevos banqueros, que no están dispuestos a perder su puesto y que les dicen a los banqueros la forma en la que tienen que hacer su trabajo.

No hemos aprendido nada de la crisis bancaria

La única idea -conceptual, como dicen ahora los horteras- de esa nueva clase –casta- reguladora es que el banco grande es bueno y el pequeño es malo. ¿Lo es, en verdad? No, claro. Sencillamente, cuando un banco es muy grande y quiebra, nadie pone pegas para que lo salvemos entre todos… porque los afectados son muchos.

Un banco grande no es un banco bueno, sino un banco malísimo. Un buen banco no es aquel que tiene mucho capital, sino aquel que tiene poca morosidad.